«Honrar» la vida oculta (Lucas 2, 50-52)

Entre los escritos de la iglesia primitiva que no se añadieron a la lista oficial (canon) está el Evangelio de la infancia de Tomás. En él se describe la infancia de Jesús y lo presenta como una especie de superhéroe del siglo primero. Precozmente consciente de su relación única con Dios, propone demostrar este estado mediante una serie de hechos espectaculares que prefiguran sus milagros adultos. Consciente de su unidad con el Padre, este joven Jesús lo usa para resaltar su identidad.

Es sorprendente e instructivo el contraste entre este escenario de la infancia y el que da san Lucas al final de su segundo capítulo. Lucas registra esa jornada en el día del Templo cuando el niño de doce años se da cuenta de su llamamiento único de Dios. Pero, en lugar de seguir con un espectáculo de maravillas, Jesús simplemente acepta los deseos de sus padres de regresar a casa. Y en esos años entre la adolescencia y el ministerio público solo hay silencio, solo el anonimato de lo que los escritores han llamado la vida oculta.

A lo largo de décadas, la atención de Vicente de Paúl se dirigió una y otra vez a estos años oscuros. Pensó que eran ejemplo de un servicio estable dado a largo plazo, un servicio no reconocido e incluso que se da por sentado. Al escuchar el desaliento de una Hija de la Caridad, le aconsejó que «honrara la Vida Oculta en Nazaret», y aquí «honrar» significa tomar en serio este incidente de Lucas y reflexionar sobre sus lecciones tanto en la oración como en el ministerio. Más de una vez, al responder a las quejas de sus sacerdotes de que no estaban obteniendo suficiente crédito, Vincent prescribía la meditación en estos versos como un ungüento para sus sentimientos magullados.

Esa preferencia a permanecer inadvertido Vicente la inyectó en los genes de sus seguidores, y por una razón muy práctica. Ayudar a quienes viven más allá del ámbito de la sociedad a menudo puede ocultar a quienes los ayudan. Mucho ministerio llevado a cabo por los discípulos de Vicente hoy está «fuera de la vista», más allá de la visión pública. Si el reconocimiento fuera una condición para el servicio, muchos de los proyectos y preocupaciones de la Familia no serían atendidos. El consejo de Vicente de meditar en el incidente del templo de Jesús es tan actual como siempre. El despertar del Señor a su llamada vital no trajo consigo la necesidad de sobresalir en su mundo. Siguió la voluntad de su Padre no solo en el escenario de la historia, sino también en la vida cotidiana de una aldea rural atrasada. El reino avanza tanto a plena luz como en la sombra.