Como su nombre lo indica, Jesús es Salvador. Su salvación da plenitud a las bendiciones de las que nos colma el Dios misericordioso.
Sin ninguna duda, es el Señor quien hace crecer a la Iglesia (Hech 2, 47; 1 Cor 3, 7). Y forman parte de las bendiciones que vienen de arriba quienes plantan como san Pablo y quienes riegan como Apolo.
Es decir, el Señor suscita a colaboradores y se sirve de ellos. Se sirve, por ejemplo, de los creyentes de un solo sentir y pensar, solidarios con los pobres. De tales creyentes se hace lenguas la gente, y así crece el número de adherentes al Señor (Hech 5, 13b-14).
Pero, ¿nos contamos nosotros realmente entre los colaboradores del que cuyo nombre significa Salvador? ¿Nos unimos a Jesús en anunciar la Buena Noticia a los pobres de palabra y de obra? Y colaboramos de verdad con él cuando les asistimos de todas las maneras y procuramos que les asistan igualmente los demás (SV.ES XI:393). Por tanto, llevar uno el nombre de Jesús y no tener compasión es ser cristiano en pintura (SV.ES XI:561).
Se nos urge, sí, a los cristianos a acreditarnos. A acreditarnos perseverantes en la enseñanza apostólica, la Eucaristía y las oraciones por nuestra unidad y nuestra solidaridad con los pobres. Confía Jesús en nosotros y cuenta con nosotros para que la Iglesia tenga credibilidad y crezca.
Y seguramente se queja de que no solo no resulta atractiva la Iglesia, sino que muchos van alejándose de ella. Entonces, se debe preguntar también: ¿Formamos nosotros parte del problema o parte de la solución? ¿Acaso no habremos que cambiar de pensar y sentir y de actuar? ¿No nos toca tomar el Año Nuevo por oportunidad para llevar una vida nueva?
Señor Jesús, haz que nuestras palabras y nuestras obras den testimonio de las bendiciones celestiales de protección, iluminación y paz. Invócalas tú sobre nosotros, que tú solo eres nuestro Sumo Sacerdote. Nacido de la Virgen María, compartes nuestra humanidad; concédenos compartir tu divinidad, y líbranos de nuestro ensimismamiento.
1 Enero 2019
Santa María, Madre de Dios
Núm 6, 22-27; Gál 4, 4-7; Lc 2, 16-21
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