Hogar nuestro, hogar también de Jesucristo

por | Dic 28, 2018 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

El Verbo se hace carne y habita entre nosotros.  Quiere que nuestro hogar sea suyo también, aunque somos tardos para comprenderle y recibirle.

María y José no encuentran a Jesús.  No está él en la caravana.  No lo ven tampoco entre los parientes y conocidos.  Sin él, la casa difícilmente será un hogar.

No, los padres de Jesús no vuelven a casa sin él.  Él forma la mayor parte del hogar.  Él es el vínculo de la familia.  Así pues, angustiados se ponen en busca de su hijo.  Incluso vuelven a Jerusalén.  Y a los tres días, lo encuentran finalmente en el templo.

Allí sentado está su hijo en medio de los maestros, escuchándolos, pero cuestionándoles también.  Manifestándose, muy adelantado para su edad de doce años, Jesús asombra a todos los que le oyen.

María y José no pueden sino mostrarse atónitos.  Pero el hijo ha de recordar que sus padres son ellos.  Entonces, que se le deje a la madre presentar la queja parental de manera aceptable tanto a los hijos como a los padres.

Replicando a la suave queja, Jesús se declara no culpable, por así decirlo.  Y por primera se nos ofrece un relato evangélico en el que habla Jesús.  Se usa además por primera vez «se debe» o «es necesario».  Esa frase aparece una y otra vez; da a entender que los discípulos son tardos para comprender.

Quiere Jesús que los discípulos permanezcan con él y formen parte del mismo hogar.

Hay algo de María en los discípulos que van camino a Emaús.  Ya por tres días han buscado angustiados a Jesús (Comentarios al Evangelio, Nº 8, Nº 9).  Se están alejando porque se ha desaparecido quien los mantiene en solidaridad.  Es decir, está muerto, y muere asimismo su esperanza en él como el liberador de Israel.

Entonces algún desconocido se pone a caminar con ellos.  Lamenta él su falta de comprensión.  Fundamentalmente, les recuerda la relación especial que él tiene con Dios y la misión recibida de él, las cuales trascienden toda relación terrenal.  La «necesidad de padecer» coincide con la «necesidad de estar en las cosas del Padre».

Lo necesario, sin embargo, es frecuentemente difícil de comprender y recibir.  Pero, al igual que María, los discípulos tienen que ir con Jesús a casa, al hogar común, y conservar «todas estas cosas» en sus corazones.  Ya crecerán en sabiduría, estatura y gracia.  Luego lograrán comprenderle y reconocerle en la fracción del pan.  Discernirán, además, su cuerpo en el pobre que representa a Cristo (SV.ES XI:725) y comparte con ellos un hogar común.

Señor Jesús, que tu palabra habite en nuestro hogar.  Y que suban a ti como grata oración el respeto y el cuidado que damos a los que con quienes compartimos una humanidad común.

30 Diciembre 2018
Sagrada Familia (C)
Eclo 3, 2-6. 12-14; Col 3, 12-21; Lc 2, 41-52

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