Nadie tiene mayor sensibilidad a nuestras necesidades que el que da la vida por nosotros. Quienes, viendo signos, acuden a él y creen en él, no pasarán hambre jamás.
Por fin, encuentra la gente al buscado. Pero parece que él no se muestra tan acogedor como cuando alimentó a la multitud. Incluso descarta Jesús la pregunta de la gente y da más bien una contestación que suena a reprensión: «No me buscáis porque habéis visto signos».
Desafía, sí, Jesús a los que comieron pan hasta hartarse a no detenerse en eso. Detenidos ahí, probablemente estarán hartos de ello y volverán a vagar sin sentido cual ovejas sin pastor. El Pastor, pues, no los quiere procurando el alimento que perece, sino el que dura para la vida eterna. Así se da a conocer además que los milagros de Jesús son signos de una realidad más profunda.
Es decir, el pan de la comida campestre señala a Jesús. Revelándose, dice éste: «Yo soy el pan de vida». Y esa revelación se relaciona con la del que se llama «Soy el que soy». Se revela Dios precisamente para asegurar a los pobres que él escucha su clamor y se fija en sus sufrimientos. El que es el pan de vida, por su parte, no solo sacia nuestra hambre física. Responde también él a nuestras profundas necesidades, de las que son signos nuestras necesidades materiales.
Los con hambre de pan son signos de los que tienen hambre de ser justos.
No es que no sea importante el pan material. Lo necesitamos para vivir. Y claramente enseña Jesús, de palabra y de obra, que hay que dar de comer a los hambrientos. Quienes lo hacen herederán seguramente el reino de Dios.
Con todo, confirma también Jesús que no sólo de pan vivimos los hombres, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Y Jesús es la Palabra de Dios encarnada. No sea que lo comamos, quedará insaciable nuestra hambre e inquieto nuestro corazón. Alimentarnos de él es lo que significa de verdad ser cristianos nosotros. Con razón se nos recuerda que (SV.ES I:320):
Vivimos en Jesucristo por la muerte de Jesucristo, y que hemos de morir en Jesucristo por la vida de Jesucristo, y que nuestra vida tiene que estar oculta en Jesucristo y llena de Jesucristo, y que, para morir como Jesucristo, hay que vivir como Jesucristo».
En otras palabras, somos cristianos en la medida en que pensamos, sentimos, amamos, trabajamos, sufrimos, vivimos como Jesús (J.A. Pagola). Y si reflejamos a Jesús, asistiremos a los pobres de todas las maneras (SV.ES XI:393).
Señor Jesús, danos tu Espíritu a los que preguntamos: «¿Que es esto?», para que nos renovemos y comprendamos tus signos. Así sabremos que el hambre humana solo se sacia entregando uno el cuerpo y derramando la sangre por el hambriento.
5 Agosto 2018
18º Domingo de T.O. (B)
Éxodo 16, 2-4. 12-15; Efesios 4, 17. 20-24; Juan 6, 24-35
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