Jesús es el Sembrador de la simiente del reino de Dios. Quiere ese Maestro que sus discípulos sean, a imitación de él, sembradores confiados en Dios y constantes.
Fácilmente podemos desalentarnos y cansarnos de hacer el bien ante nuestros fracasos y la oposición de la gente. Con razón, pues, nos exhorta Jesús a ser sembradores confiados y perseverantes. Tales sembradores nunca pierden la esperanza de echar mano de la hoz, pues a su tiempo llegará la cosecha.
Y no es que les resulte fácil ser sembradores. De hecho, no se quedan con los brazos cruzados. Los sembradores podan también las plantas, las riegan, las sujetan a espalderas y levantan cercos.
No son perezosos tampoco los sembradores de Jesús, colaboradores en el proyecto del Reino. Se acreditan seguidores suyos por pasar haciendo el bien. Son compasivos. Junto con él, acogen a los últimos a los ojos del mundo. Buscan a los extraviados.
No, no tienen miedo al trabajo los sembradores según el corazón del Sembrador de la simiente del Reino. Hacen el bien que se les presenta, cumpliendo todo lo que les manifiesta Dios que pide de ellos (SV.ES XI:398). Es que confían en él, ciertos de que si les da más trabajo, él también les dará más fuerzas.
Confiados en Dios, los sembradores cristianos obviamente no se centran en sí mismos, sino en Dios.
Los colaboradores de Jesús no se fijan en sus éxitos o fracasos. Ni en lo que pueden o no pueden realizar. No les importa quién siembre o quién riegue, pues, después de todo, solo el Señor da el crecimiento. Incluso no se preocupan de los malos motivos de un predicador; lo importante es que se predique a Cristo. Les basta con saber que el Reino crece de todos modos y es productivo.
Por tanto, están tranquilos los confiados en Dios. A diferencia de los zelotes, no son ni vehementes ni rígidos. Ni se dejan amendrentar por la oposición de los con autoridad y poder. Los alienta lo que dice Jesús: «No temas, pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino».
El dicho los confirma además en su decisión de mantenerse solidarios con los más pequeños hermanos y hermanas de Jesús. Así toman parte decididamente en los pequeños comienzos del Reino que luego se hará muy grande. Allí anidarán, morarán, hombres de toda raza, lengua y nación.
Señor Jesús, preparas una mesa ante nosotros los pobres y débiles enfrente de nuestros enemigos. Llénanos de confianza y haz que nos guiemos por la fe y seamos sembradores constantes tuyos.
17 Junio 2018
11º Domingo de T.O. (B)
Ez 17, 22-24; 2 Cor 5, 6-10; Mc 4, 26-34
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