«La caridad no es caridad a menos que vaya acompañada de justicia» (San Vicente de Paúl)

Buscar la justicia y la paz duraderas en nuestro mundo son objetivos de las Naciones Unidas y de la Iglesia. Es evidente el bien que puede resultar de sus esfuerzos compartidos, en este mes de María, Reina de la Paz. El mes de mayo nos demuestra cómo las Naciones Unidas son eficaces para generar un diálogo sobre cuestiones clave que generan investigación, nuevas formas de pensar y mejores prácticas. También es una oportunidad para ver cómo la Iglesia participa en ese proceso.

El 15 de mayo, la ONU en Nueva York celebró el Día Internacional de las Familias con el lema para 2018: «Familias y sociedades inclusivas». La celebración de este año explora el papel de las familias y las políticas familiares en el avance del Objetivo 16 de Desarrollo Sostenible relacionado con la promoción de sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible. SDG16 es especialmente relevante para el estado de los miembros de familias vulnerables. Las sociedades inclusivas necesitan leyes que garanticen los derechos de las mujeres a los recursos económicos, la propiedad de la tierra y los salarios dignos. También se debe asegurar el derecho de los niños a una identidad legal, a una nutrición y refugio adecuados, y a crecer en la atmósfera de amor y armonía.

Las Naciones Unidas reconocen a la familia como la unidad básica de la sociedad. Las políticas y programas familiares son vitales para el logro de muchos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, un conjunto de 17 objetivos destinados a eliminar la discriminación por causa de la pobreza, el abuso y las muertes prevenibles, abordar la prevención de la destrucción del medio ambiente y marcar el comienzo de una era de desarrollo para todas las personas. Estos objetivos son compartidos por la Iglesia también.

El 3 de mayo, la Misión Permanente de Observación de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, junto con Caritas Internationalis y la campaña «Share the Journey», organizaron una conferencia en las Naciones Unidas titulada «Compartiendo el camino de los migrantes y refugiados: una perspectiva interreligiosa sobre los pactos globales», pidiendo a la ONU que reconozca el trabajo de los grupos de fe para ayudar a los inmigrantes. La semana próxima, la Misión de la Santa Sede participará en la cuarta de seis sesiones de negociación sobre el Pacto Mundial de 2018 sobre Migración Segura, Ordenada y Regular, auspiciadas por la ONU.

Animado por el llamado del Papa Francisco a la solidaridad con los migrantes, una solidaridad que «acoge, protege, promueve e integra», la Misión de la Santa Sede participa activamente en las negociaciones mensuales e invita a la colaboración con organizaciones no gubernamentales de inspiración católica y otros expertos en migración. En declaraciones anteriores, el Arzobispo Auza hizo hincapié en la importancia de la migración como un proceso bidireccional basado en el respeto mutuo, la necesidad de promover la erradicación de la pobreza y el compromiso de salvaguardar los derechos humanos. Nosotros, los vicencianos, estamos comprometidos a «darle la bienvenida al forastero» en nuestras comunidades, a la par que abordamos sus necesidades, particularmente en la cuestión de la vivienda.

La Iglesia y las Naciones Unidas están trabajando para proteger los derechos humanos fundamentales, preservar la dignidad y el valor de la persona y las familias humanas, y promover el bien común. Los vicencianos en la ONU se sienten honrados de participar, destacando las preocupaciones de la gente pobre sobre temas que importan en el mundo y en la Iglesia, mientras buscamos la justicia y la paz de Dios para todos.

Mary Ann Dantuono – Representante de AIC ante la ONU en Nueva York