Un número creciente personas está de acuerdo en que la supervivencia humana a largo plazo depende de que reemplacemos el status quo con un conjunto de comportamientos y estructuras fundamentalmente diferentes. Creo que la raíz de ese desafío es esencialmente cultural, y el mejor lugar para cultivar la cultura es en grupos pequeños. Y hasta que tengamos una masa crítica de activistas que estén integrados en una nueva forma de pensar, relacionarse y comunicarse, cualquier movimiento de masas va a replicar los errores del pasado.

Así lo dice Richard D. Bartlett en un artículo que provoca la reflexión (para mí, al menos), en este momento en el que la Familia Vicenciana considera su futuro y la globalización del Carisma Vicenciano. ¿Nos convertiremos en un «movimiento»?

Bartlett sugiere, al analizar la tendencia hacia los movimientos nacionales en los Estados Unidos de América, que hay un desarrollo humano significativo que debe hacerse antes de que intentemos construir grandes movimientos. Él sugiere que hay cinco razones para posponer este desarrollo y enfocarse en grupos pequeños. Me recordó el deseo de Vicente de ver las virtudes incrustadas en cada rama de la Familia Vicenciana. Simplicidad, humildad, mansedumbre, mortificación, celo por las almas: valores que aparecen en los comportamientos interpersonales reales. Tal vez es por eso que él prefería la experiencia vivida previamente a escribir una regla.

Bartlett apunta a trabajar en las carencias en nosotros mismos, y sugiere que los grupos pequeños (conferencias, casas locales, comunidades intencionales, ministerios universitarios, departamentos académicos, equipos de oficinas administrativas) son el único lugar donde este trabajo puede suceder. Para Bartlett, un pequeño grupo es:

Razón 1: Un lugar donde aprender nuevos hábitos. Puedo eliminar «ismos» incrustados y fanatismos. Según Bartlett, «fue solo una vez que encontré grupos pequeños y comprometidos para trabajar, que aprendí a separar el patriarcado de mi masculinidad».

Razón 2: Un lugar donde practicar la tolerancia. En una época que a veces es dura e implacable, «cuando trabajas en un grupo pequeño y comprometido, tienes la oportunidad de demostrarse unos a los otros que todos somos seres humanos bastante decentes, todos esforzándose mucho, todos dispuestos a mejorar, deseando ser más educados y considerados con su idioma… y aún ocasionalmente decir algo estúpido que lastima a la gente».

Razón 3: Un lugar para la terapia amateur. Es un lugar para crecer. «Nos recordamos el uno al otro a ser cuidadosos con nosotros mismos y con los demás. En nuestros pequeños grupos, practicamos el mostrarnos, cometer errores, perdonarnos mutuamente y seguir juntos».

Razón 4: Un lugar para producir una prueba de vida. Es como si Federico Ozanam, a sus 20 años, entendiera que la caridad a pequeña escala era el laboratorio para demostrar que una fe coherente podía abrazar a Francia en una red de caridad. «…También estamos aprendiendo cómo conectar a los pequeños grupos y hacer crecer nuestras prácticas de autogobierno para acomodarnos al próximo orden de magnitud».

Razón 5: Un lugar donde prepararse para lo peor. Podemos aprender a tolerar el fracaso y comprender que la «caridad efectiva» no es caridad que es eficaz, ¡es la caridad dócil a la voluntad de Dios! ¿Qué pasa si el mundo termina antes de que hayamos completado el objetivo de terminar con la falta de vivienda en la calle? «De vez en cuando me pregunto, si nos esuviésemes acercando a Apocalipsis, ¿cuál sería el mejor uso de mi tiempo? Sigo volviendo a la misma respuesta: aprender a trabajar juntos, y aprender a cultivar bienes comunes».

Te invitamos a leer «5 Reasons to Build a Network of Small Groups, Rather than a Mass Movement of Individuals» [5 razones para construir una red de pequeños grupos, en lugar de un movimiento en masa de personas, en inglés]» y a reflexionar.