La plegaria de la serenidad
Supongo que la mayoría de los visitantes en esta web conocen la Plegaria de la Serenidad:
Señor, concédeme serenidad
para aceptar todo aquello que no puedo cambiar,
fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar
y sabiduría para entender la diferencia.
Vicente vivió la Plegaria de la Serenidad
Creo que podemos estar ciertamente seguros de que Vicente nunca escuchó la Plegaria de la Serenidad. Aún así, debió ser un buen practicante de la misma.
No hay duda de que él cambió lo que pudo: no hay más que revisar rápidamente todo lo que cambió en su vida.
También se dio cuenta de que había cosas que no podía cambiar: evitó cuidadosamente entrar en algunos de los conflictos teológicos de su tiempo.
También sabemos que era muy bueno para estar en paz. Conocía la serenidad que da el confiar en la Providencia. Oró por la gracia de reconocer la voluntad de Dios.
Estoy seguro de que podemos decir esto de todos nuestros fundadores y fundadoras en la Familia Vicenciana.
El Papa Francisco escribe sobre el discernimiento
En su reciente Exhortación Apostólica sobre la llamada a la Santidad, escribe:
166. ¿Cómo saber si algo viene del Espíritu Santo o si su origen está en el espíritu del mundo o en el espíritu del diablo? La única forma es el discernimiento, que no supone solamente una buena capacidad de razonar o un sentido común, es también un don que hay que pedir. Si lo pedimos confiadamente al Espíritu Santo, y al mismo tiempo nos esforzamos por desarrollarlo con la oración, la reflexión, la lectura y el buen consejo, seguramente podremos crecer en esta capacidad espiritual.
167. Hoy día, el hábito del discernimiento se ha vuelto particularmente necesario. Porque la vida actual ofrece enormes posibilidades de acción y de distracción, y el mundo las presenta como si fueran todas válidas y buenas.
Un poco antes, ofrece lo que equivale al Gran Criterio para el discernimiento:
95. En el capítulo 25 del evangelio de Mateo (vv. 31-46), Jesús vuelve a detenerse en una de estas bienaventuranzas, la que declara felices a los misericordiosos. Si buscamos esa santidad que agrada a los ojos de Dios, en este texto hallamos precisamente un protocolo sobre el cual seremos juzgados: «Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme» (25,35-36).
Un examen de conciencia con la plegaria de la serenidad
- ¿Cuáles son las cosas que nosotros, como Familia Vicenciana, debemos tratar de cambiar?
- ¿Cuáles son las cosas que personalmente cambiamos en nuestras propias vidas?
- ¿Cuáles son las cosas que no podemos cambiar?
- ¿Cuál es nuestro «gran criterio», práctico y personal?
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