Damos la bienvenida a Jim Paddon, miembro de la Sociedad de San Vicente de Paúl y nuestro más reciente colaborador del sitio .famvin. Él escribirá reflexiones para nosotros dos veces al mes, los jueves por la tarde. Puedes leer un poco sobre él después de su reflexión. ¡Gracias, Jim!
Ciertamente, ha habido mucho debate y retórica durante el año pasado o más sobre la construcción de barreras, tales como muros enormes y caros que en teoría mantendrían a los inmigrantes no deseados fuera de los Estados Unidos. La hoja de ruta de quienes apoyan este plan nos llevaría a creer que hay una gran cantidad de delincuentes, asesinos y violadores esperando la oportunidad de ingresar a los Estados Unidos y causar estragos en los buenos estadounidenses que cumplen la ley. Si alguien ve la serie de televisión Vikings, supongo que puede comprender la forma en que los ingleses debieron sentirse esperando que ocurrieran estos ataques. De acuerdo, exagero un poco, pero creo que esto puede ayudar a explicar cómo muchos de nosotros, los que vivimos al norte de la frontera libre más larga del mundo, percibimos este problema.
Tal vez deberíamos mirar el concepto más básico de construir muros, no solo de cemento, sino de desconfianza, odio y juicios equivocados hacia otras personas, especialmente a aquellos que comparten un idioma o raza diferente. No conozco ningún ejemplo positivo que nos muestre que, en el pasado, de una idea tan rupturista haya contribuido a construir un futuro mejor para la humanidad. En cambio, ya hemos visto lo que ha hecho construir estos muros, reales o invisibles, para dañar el concepto de hermandad entre todas las mujeres y los hombres.
Federico Ozanam nos advirtió, hace más de 180 años, sobre la creciente división entre los que tienen y los que no tienen, y nos dijo que si los Vicentinos y otras personas no mediaban esta división, habría caos. La desigualdad, ya sea económica o social, solo puede llevarnos a tal caos y división. Estos muros y barreras no mantienen a nadie a salvo, sino que nos aislan de los demás y evitan cualquier diálogo real basado en el principio de que todo ser humano nace con una dignidad intrínseca y merece la oportunidad de participar en la sociedad. ¿Dónde estaría la nación más grande del mundo hoy sin los muchos inmigrantes que vinieron en paz buscando simplemente una vida mejor y construir hacia un futuro más esperanzador sin barreras?
Afortunadamente, Canadá y los Estados Unidos todavía tienen puentes a través de nuestras fronteras y nuestra relación desde hace mucho tiempo ha fortalecido esta amistad y la dependencia mutua. Compartimos muchos valores y objetivos comunes que son la envidia de muchos países. No puedo pensar en un mejor ejemplo de lo que pueden significar puentes a través de las fronteras que mirar dentro de nuestra propia familia vicenciana, con sus numerosas ramas en innumerables países de todo el mundo. Cruzamos muchas fronteras con el simple objetivo de seguir las palabras de San Vicente, Luisa, Federico, Rosalía y muchos otros para buscar, encontrar y servir a Jesucristo entre los que viven en la pobreza. Dudo que ninguna pared nos detenga. ¡Si tan solo el mundo pudiera aprender de nosotros!
Sobre el autor:
Jim Paddon vive en London, Ontario, Canadá y es ex-presidente del Consejo Regional de Ontario de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Actualmente es presidente del Comité Nacional de Justicia Social de la Sociedad en Canadá. Está casado con su querida esposa Pat y tienen seis hijas y once nietos. Jim ha sido miembro de la Sociedad desde los años 70.
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