El tesoro inapreciable y alegrador del todo se encierra en Jesucristo. En éste comienza y termina, pues, toda búsqueda del verdadero tesoro.
Comienza Jesús su ministerio público anunciando la venida inminente del Reino de los cielos. Da a entender que el Reino es un tesoro equiparable, a lo menos, a otros tesoros.
Es que, primero, no solo se supone que el pueblo se ajuste en general al Reino. Pero específicamente queda desafiada la gente a abandonar además el camino usitado para seguir otro nuevo.
Es decir, cuantos buscan pertenecer al reino de Dios tendrán que convertirse. Han de cambiar el camino que promete tesoro mundano por el de Jesús. No les debe importar que, según el mundo, el camino de Jesús solo lleve a la inseguridad.
En segundo lugar, se sugiere que el valor del Reino no se queda nada por debajo de ninguna cosa buena. Pues, sí, el reino es sinónimo del Evangelio, la Buena Noticia hecha concreta mediante las curaciones.
Y la Buena Noticia se tiene que difundir. Con razón hace seguidores Jesús de otras personas.
No quiere Jesús, en tercer lugar, que ignoremos el tesoro que está por encima de todos los tesoros.
Una escala diferente de valores se nos propone claramente en el Sermón de la montaña. Los bienaventurados ya no son los elogiados por el mundo, sino los despreciados. Ni se refiere el tesoro verdadero a algo perecedero, sino a lo eternamente duradero.
Por eso, se nos exhorta a no afanarnos por cosas que dejan desvelados a los paganos y los mundanos. Los verdaderos discípulos no anteponen ningún valor al valor supremo del reino de Dios y su justicia.
Alegres se esfuerzan, pues, las gentes sencillas por poseer el tesoro o la perla inapreciable que les revela Dios mediante Jesús. Más estiman los misterios del Reino que la vida larga, la riqueza o la soberanía universal. Tienen además la certeza de que lo demás se les dará por añadidura. Bien saben, sí, que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien.
Señor Jesús, haz que, como tu madre, tomemos por nuestro tesoro los misterios del Reino. Concédenos la gracia de tener más interés en extender el reino de Dios que nuestras posesiones (SV.ES III:488-489). Y cuéntanos un día entre los dichosos comensales en el banquete real que anticipamos en la Eucaristía.
30 Julio 2017
17º Domingo del T.O. (A)
1 Re 3, 5. 7-12; Rom 8, 28-30; Mt 13, 44-52
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