“El día de Pascua, mi meditación fue sobre el deseo de resucitar con Nuestro Señor, y como sin muerte no hay resurrección, vi que eran mis malas inclinaciones las que debían morir y que yo debía quedar completamente destruida, amortiguando la vivacidad de todo mi interior. Pero viendo que no lo podría conseguir por mí misma, me pareció que nuestro buen Dios me pedía mi consentimiento, que yo le di por entero, para operar El mismo lo que quería en mí” (E 24).
Luisa de Marillac, texto de una especie de diario que redactó Luisa de Marillac al final de su vida.
Reflexión:
- Los Apóstoles y los primeros cristianos solo anunciaban la resurrección de Jesucristo: Pedro el día de Pentecostés, Pablo en Atenas y en el Sanedrín, pues si Cristo resucitó, su mensaje es verdadero y su persona es la verdad.
- Cuando el cristianismo era una realidad extendida por todo el Imperio Romano, el emperador Decio temió que los pueblos sajones y eslavos pasaran el Danubio y conquistaran el Imperio. Para afianzar el Imperio propugnó la unidad religiosa por medio del culto a los dioses romanos con el edicto del año 250. Muchos cristianos apostataron y, para afianzarlos en la fe, se acudió al sentimiento, acentuando la Pasión de Jesucristo.
- También la Señorita Le Gras tiene momentos tiernos meditando sobre la Pasión de Jesús: “Después de ver que todo está cumplido, Jesús en la cruz tiene sed: la de que sean aplicados sus méritos a todas las almas creadas para el paraíso… Escucha alma mía, como dichas a ti sola estas palabras: Tengo sed de tu fiel amor… ¡Tengo sed! Esta palabra se dirige al hombre para darle a conocer que no basta la muerte (de Jesucristo) si no se aplican sus méritos, y no pueden aplicarse sin el consentimiento de cada alma” (E 33).
- Pero llega a la resurrección en la vida diaria: “Les ruego a todas, por amor a la muerte de nuestro amado Maestro, que se renueven en su resurrección, recibiendo la paz que tantas veces nos dio en la persona de sus apóstoles. Pero fijémonos que no se la da en la ociosidad, sino en el trabajo y en recuerdo de las llagas que por nosotros padeció; enseñándonos así que no podremos tener paz con Dios, con el prójimo y con nosotras mismas, si Jesucristo no nos la da, y que solo nos la dará por los méritos de sus llagas y sufrimientos, pero que nunca se nos aplicarán sin la mortificación de nosotros mismos, que adquiriremos imitándole en el cumplimiento de la voluntad de Dios” (c. 191).
- Es la misión que han asumido todas las ramas de la Familia Vicenciana para vivirla a diario: vivir en paz con Dios, con uno mismo, con todos los miembros de cada rama y con el prójimo, especialmente con los pobres.
- Pero con el esfuerzo de cada uno. Es difícil y duro. Sin embargo, debemos tener siempre presente que es la ley que puso Cristo a todos los que le seguían: solo los forzados alcanzarán el reino de los cielos.
Cuestiones para el diálogo:
- ¿Qué te atrae más, la Pasión o la Resurrección de Jesucristo? ¿Algunas de las dos debiera atraerte más, o son inseparables? ¿Por qué?
- Vivir en paz con Dios, con uno mismo y con el prójimo ¿es el resumen de toda espiritualidad? ¿Se puede vivir en paz habiendo pobres?
- ¿Cuál es el origen de las pobrezas en el mundo de hoy? Enuméralas.
- La paz es necesaria para que haya bienestar y, sin embargo, muchos Estados fomentan las guerras para enriquecerse. ¿Se podría decir que las guerras son la Pasión y la paz, la Resurrección?.
Benito Martínez, C.M.
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