Jesús es la resurrección y la vida, aquí y ahora, para los que creen en él de verdad.
Nos pasan ahora en esta vida terrena inquietudes, contrariedades, miserias y tragedias. Estas cosas, sin embargo, no han de agobiarnos ni hacernos perder la paz. Y, al respecto, la clave es fundarnos en las palabras de Jesús y seguir de cerca su ejemplo.
Según san Vicente de Paúl (RCCM II, 2), los fundados en las máximas evangélicas encomiendan todos sus afanes a Dios. Es que se sienten ciertos de su protección y su providencia. Y así se sienten, aun cuando les parezcan que están a punto de perecer.
Ese sentimiento lo aprenden, desde luego, del ejemplo de Jesús. Él busca sobre todo el reino de Dios, su justicia y su gloria. Por eso, se toma con calma la noticia de que está enfermo su amigo. Reacciona, diciendo: «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios».
Ahora bien, la tranquilidad de Jesús no connota indecisión alguna. De hecho, al intuir la muerte de Lázaro, se decide volver a Judea, donde hace poco intentaban apedrearle los judíos. Pero no abandonará el Enviado de Dios su misión; la gente han de ver la gloria divina. Ni le impedirá el peligro de morir revelar su amor consolador que puede más que la muerte.
Así pues, en resumidas cuentas, Jesús llega ahora a consolar a Marta y a María, resucitando a Lázaro. Manifiesta así Jesús al mismo tiempo la gloria de Dios.
Llama Jesús, sí, a Lázaro, quien, conociendo la voz vivificadora del pastor, sale afuera inmediatamente. Así acredita Jesús su declaración de que él es la resurrección y la vida ahora mismo. A diferencia de Marta que está pensando en el futuro lejano, Jesús piensa en el ahora.
Y realmente, ¿sería posible que pensara Jesús en más que en el ahora? Después de todo, él luego se turba, viendo llorar a María y a los que la acompañan. Y de nuevo se conmueve profundamente al llegar al sepulcro. ¿Que si quienes creen en él, aunque mueran, vivirán? ¿Que si quienes viven y creen en él no morirán jamás? ¡Ya lo creo!
Claro, la idea de la resurreción y la vida ahora es ajena a la razón humana. Por eso precisamente, el desafío que se nos plantea a cada uno de nosotros es: «¿Crees esto?».
Y esta fe en Jesús no tanto se explica cuanto se vive. Atendiendo al mendigo Lázaro, nos acreditamos con fe verdadera. Lograremos asimismo salir fuera del sepulcro, desatado todo ensimismamiento indiferente.
Señor, por tu Espíritu y tu palabra, aliéntanos a los peregrinos ahora. Aliméntanos también con tu cuerpo y sangre, que el camino es superior a nuestras fuerzas.
2 Abril 2017
Domingo 5º de Cuaresma (A)
Ezeq 37, 12-14; Rom 8, 8-11; Jn 11, 1-45
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