«Nuestra Hermana que está con los Galeotes vino ayer a verme deshecha en lágrimas porque no puede conseguir pan para esos pobres hombres, por lo mucho que debe al panadero y por la carestía del pan. Pide prestado y mendiga por todas partes, y para colmo de sus penas, la Duquesa de Aiguillon quiere que le haga una lista de los que a ella le parece pueden ser puestos en libertad. Yo le encuentro a esto tres graves dificultades: una, es que no puede conocer a esos hombres sino por el trato que ellos le dan, unos la injurian otros la alaban, y siendo así, puede cometer una injusticia; otra dificultad es que algunos de ellos ofrecen dinero a su capitán y al conserje, los cuales ya han empezado a reñirla y acusarla de ser la causa de su desorden; y la tercera dificultad es que los que continúen encarcelados, en la «cadena», creerán que ella tiene la culpa. Y ya sabe usted, mi muy Honorable Padre, lo que esos hombres son capaces de decir y de hacer” (c. 413).
Luisa de Marillac, P.D. en una carta de santa Luisa de Marillac a san Vicente de Paúl.
Reflexión:
- A los galeotes en París, antes de pasar a la cadena que los llevaría a las galeras de Marsella, se los encadenaba en un calabozo lleno de vigas de madera, distantes un metro unas de otras. En las vigas se clavaban cadenas de hierro de medio metro con un collar que se ponía al cuello del galeote y se cerraba a martillazos sobre un yunque. En cada viga había veinte hombres que no podían ponerse de pie y se veían obligados a estar siempre sentados con la cabeza inclinada.
- Para darles la comida las Hermanas pasaban entre los bancos escuchando groserías y amenaza de tocamientos de unos hombres que ya ni la muerte les importaba. La vigilancia de guardianes corrompidos no era suficiente, de tal manera que tuvo que estar presente durante las comidas una Señora de la Caridad (AIC) para que su categoría social detuviera a los presos y a los guardianes.
- Nada de esto se puede aplicar hoy a las cárceles de presos comunes. Las leyes y normas internacionales lo prohíben y Amnistía Internacional y otras muchas organizaciones vigilan su cumplimiento. Pero hay cárceles modernas sin el contacto humano de las personas. El encarcelado se siente solo y aislado. Desde un recinto, los guardianes controlan todo por televisión y dirigen a los presos por megáfono sin otra presencia humana que la del preso.
- Unos presos sufren además el dolor de los familiares que lloran su situación, más, si tienen hijos pequeños; otros sienten la ausencia de familiares y amigos que los rechazan, los ignoran o les son indiferentes.
- La Familia Vicenciana no puede ignorar la situación de estos infelices. Ya hemos visto la postura de santa Luisa, igual a la de san Vicente y el Beato Ozanam. Ellos nos dicen que son pobres de la sociedad moderna y que muchos han sido construidos por la sociedad que luego los rechaza.
Cuestiones para el diálogo:
- ¿Te han permitido visitar a algún preso?
- ¿Qué concepto tienes de los presos comunes? ¿Y las personas que conoces?
- ¿Te gustaría que tantos “presuntos” que molestan estuvieran encerrados? ¿Criticamos al juez que deja en libertad a delincuentes reincidentes?
Benito Martínez, C.M.
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