Misericordia et Misera es el título de la nueva carta apostólica del Papa Francisco, y fue presentada el 21 de noviembre. Comienza la carta con una profunda reflexión sobre dos textos evangélicos que nos hablan de la misericordia de Dios: el encuentro de Jesús y la adúltera (Jn 8, 1-11) y el encuentro de Jesús con la pecadora en casa de un fariseo (Lc 7,36-50).
En el final del Año Jubilar de la Misericordia, Francisco nos recuerda que «se necesitan testigos de la esperanza y de la verdadera alegría para deshacer las quimeras que prometen una felicidad fácil con paraísos artificiales. El vacío profundo de muchos puede ser colmado por la esperanza que llevamos en el corazón y por la alegría que brota de ella. Hay mucha necesidad de reconocer la alegría que se revela en el corazón que ha sido tocado por la misericordia. Hagamos nuestras, por tanto, las palabras del Apóstol: ‘Estad siempre alegres en el Señor’ (Flp 4,4; cf. 1 Ts 5,16)».
La iglesia ha vivido un tiempo de gracia en el Año de la Misericordia, que ha sido «realmente una nueva visita del Señor en medio de nosotros». Pero ahora es «tiempo de mirar hacia adelante y de comprender cómo seguir viviendo con fidelidad, alegría y entusiasmo, la riqueza de la misericordia divina», y continuar «con vitalidad y dinamismo la obra de la nueva evangelización», lo que es, sin duda, una parte vital del carisma vicenciano, también.
El Papa nos anima, en los primeros puntos de su carta, a «celebrar la misericordia», a experimentar con intensidad la misericordia que se nos ofrece a través de la vida sacramental, la escucha de la Palabra de Dios, la lectura y difusión de la Biblia, y a celebrar la misericordia especialmente en el Sacramento de la Reconciliación.
«Termina el Jubileo y se cierra la Puerta Santa. Pero la puerta de la misericordia de nuestro corazón permanece siempre abierta, de par en par». Esta invitación a continuar compartiendo la misericordia de Dios es un llamado a «imitarlo inclinándonos hacia los hermanos», situándonos en la «vía de la caridad, que estamos llamados a recorrer cada día con fidelidad y alegría».
No debemos separar nuestra vida de los que están sufriendo situaciones injustas. Nuestra vocación, como cristianos y vicencianos, es estar al lado de los que sufren, de aquellos que viven cerca de nosotros y también de los que están en otras partes del mundo. Nuestra caridad, nuestro amor ha de ser particular y universal:
Todavía hay poblaciones enteras que sufren hoy el hambre y la sed, y despiertan una gran preocupación las imágenes de niños que no tienen nada para comer. Grandes masas de personas siguen emigrando de un país a otro en busca de alimento, trabajo, casa y paz. La enfermedad, en sus múltiples formas, es una causa permanente de sufrimiento que reclama socorro, ayuda y consuelo. Las cárceles son lugares en los que, con frecuencia, las condiciones de vida inhumana causan sufrimientos, en ocasiones graves, que se añaden a las penas restrictivas. El analfabetismo está todavía muy extendido, impidiendo que niños y niñas se formen, exponiéndolos a nuevas formas de esclavitud. La cultura del individualismo exasperado, sobre todo en Occidente, hace que se pierda el sentido de la solidaridad y la responsabilidad hacia los demás. Dios mismo sigue siendo hoy un desconocido para muchos; esto representa la más grande de las pobrezas y el mayor obstáculo para el reconocimiento de la dignidad inviolable de la vida humana.
Con todo, las obras de misericordia corporales y espirituales constituyen hasta nuestros días una prueba de la incidencia importante y positiva de la misericordia como valor social. Ella nos impulsa a ponernos manos a la obra para restituir la dignidad a millones de personas que son nuestros hermanos y hermanas, llamados a construir con nosotros una «ciudad fiable».
Hemos, pues, de esforzarnos con renovada energía en «concretar la caridad y, al mismo tiempo, en iluminar con inteligencia la práctica de las obras de misericordia»; haciendo, como decía san Vicente de Paúl, efectivo nuestro amor; así nos lo pide Francisco: «No tener trabajo y no recibir un salario justo; no tener una casa o una tierra donde habitar; ser discriminados por la fe, la raza, la condición social…: estas, y muchas otras, son situaciones que atentan contra la dignidad de la persona, frente a las cuales la acción misericordiosa de los cristianos responde ante todo con la vigilancia y la solidaridad». La misericordia tiene un marcado carácter social que nos obliga a «no quedarnos inmóviles y a desterrar la indiferencia y la hipocresía […] para que la justicia y una vida digna no sean sólo palabras bonitas, sino que constituyan el compromiso concreto de todo el que quiere testimoniar la presencia del reino de Dios».
Finaliza la carta apostólica instituyendo una Jornada mundial de los pobres:
A la luz del «Jubileo de las personas socialmente excluidas», mientras en todas las catedrales y santuarios del mundo se cerraban las Puertas de la Misericordia, intuí que, como otro signo concreto de este Año Santo extraordinario, se debe celebrar en toda la Iglesia, en el XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, la Jornada mundial de los pobres. Será la preparación más adecuada para vivir la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el cual se ha identificado con los pequeños y los pobres, y nos juzgará a partir de las obras de misericordia (cf. Mt 25,31-46).
Con las palabras de esta carta, los vicencianos tenemos mucho que pensar y, sobre todo, que poner en práctica. Os animamos, pues, a leerla con tranquilidad, personalmente o en comunidad, y dialogar sobre su contenido, con estas preguntas, si os sirven de orientación:
- ¿Cómo hemos vivido el Año de la Misericordia en nuestro entorno? ¿Hemos sido fieles al llamado del Papa Francisco durante este año?
- Después de haber leído la carta «Misericordia et Misera», ¿qué puntos destacaríamos como más importantes?
- ¿Cómo podríamos llevarlos a la práctica en nuestras comunidades locales?
- ¿Cómo podemos «concretar la caridad» e «iluminar con inteligencia» nuestras obras a favor de los más necesitados?
- ¿Qué nos está pidiendo hacer el Papa Francisco a los que vivimos desde el carisma vicenciano, a partir de ahora?
Puedes leer la carta en linea pulsando aquí.
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