Un famoso alcalde de Nueva York hizo de esta pregunta su marca registrada: «¿Cómo lo estoy haciendo?». Es, también, la pregunta vicenciana, a la par que nos acercamos al final del Año de la Misericordia.
El 20 de noviembre de 2016 pondrá fin al Año Jubilar de la Misericordia.
El Papa Francisco comenzó el año con esta oración:
Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina.
La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como discípulos suyos. Redescubramos las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos.
Papa Francisco, Bula Misericordiae Vultus.
En esta coyuntura, no es demasiado tarde… o temprano… para hacernos esta pregunta: «¿Cómo lo estoy haciendo?»
¿Cómo he mostrado a los demás la misericordia de Dios?
Esto es, en realidad, la pregunta Vicenciana. La Regla 11 de la Sociedad de San Vicente de Paúl se dirige a todos los que andan en el camino de Vicente y Luisa.
Los Vicentinos tienen interés sincero por las necesidades más profundas y por el bienestar espiritual de las personas a las que ayudan, observando siempre un respeto profundo hacia su conciencia y hacia la fe que profesan. Escuchándolos y comprendiéndolos con el corazón, más allá de las palabras y de las apariencias.
Decimos que Dios es compasivo, pero ignoramos a los pobres.
Decimos que Dios nos ama y tiene misericordia de nosotros, pero tenemos rencor contra nuestros amigos.
Nuestras acciones deben reflejar auténticamente la misericordia de Dios. ¿Hemos ido más allá de las palabras?
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