En su carta a la Familia Vicenciana con ocasión de la fiesta de san Vicente de Paúl, el sucesor de san Vicente, P. Tomaž Mavrič, C.M., invitó a tres misioneros paúles a explorar tres visiones distintas —tres «tomas»— sobre la idea de Vicente como «místico de la caridad». El P. Mavrič y .famvin ya ha explorado con aterioridad este tema. Merece la pena reflexionar sobre cada una de ellas, de una en una Lo haremos hoy y mañana. ¿No tienes a mano la carta del Superior General? Pincha aquí para acceder a muchas versiones, o pincha sobre la siguiente imagen para acceder al recientemente publicado eBook en múltiples idiomas. ¿Ya lo tienes? Bien, comencemos. Primero, el P. Hugh O’Donnell, C.M.
El P. O’Donnell dice:
Todos sabemos que Vicente era un hombre de acción, por lo que nos puede sorprender que se le pueda presentar igualmente como un místico. Pero de hecho, es su experiencia mística de la Trinidad y en particular de la Encarnación, lo que motivaba todas sus acciones en favor de las personas pobres. Henri Brémond, eminente historiador de la Escuela francesa de espiritualidad, fue el primero en atraer nuestra atención. Él decía: «… Es el misticismo (de Vicente) lo que nos ha dado al mayor de los hombres de acción». Más tarde, André Dodin y José María Ibáñez llamaron a Vicente un «místico de la acción» y Giuseppe Toscani, CM, unía misticismo y acción, e iba al centro de la cuestión llamándole «un místico de la Caridad». Vicente vivió en un siglo de místicos pero él se reveló como el místico de la Caridad.
Ser un místico implica una experiencia, la experiencia del misterio. Para Vicente, esto significaba una profunda experiencia del misterio del amor de Dios. Sabemos que los misterios de la Trinidad y de la Encarnación estaban en el centro de su vida. La experiencia del amor inclusivo de la Trinidad por el mundo y del abrazo incondicional del Verbo encarnado a toda persona humana, ha modelado, condicionado e inflamado su amor por el mundo, y por todo el mundo, más especialmente por los hermanos y hermanas necesitados. Él contemplaba el mundo con los ojos del Padre (Abba) y de Jesús, y acogió a todo el mundo con el amor incondicional, el calor y la energía del Espíritu Santo.
El misticismo de Vicente era la fuente de su acción apostólica. El misterio del amor de Dios y el misterio de los pobres eran los dos polos del amor dinámico de Vicente. Pero el camino de Vicente tenía una tercera dimensión que era su manera de considerar el tiempo. El tiempo era el medio a través del cual la Providencia de Dios se le manifestaba. Él actuaba según el tiempo de Dios y no según su propio ritmo. «Hagamos el bien que se presente», aconsejaba. «No adelantarse a la Providencia».
Otro aspecto de la temporalidad en Vicente era la presencia de Dios aquí y ahora – «¡Dios está aquí!» (influencia de Ruysbroek). Dios está aquí, en el tiempo. Dios está aquí, en las personas, en los acontecimientos, en las circunstancias, en los pobres. Dios nos habla ahora, en ellos y a través de ellos. Vicente era un hombre de la historia que se despliega en el sentido más profundo. Él seguía paso a paso la guía de la Providencia. No tenía agenda personal, ni ideología. Le hicieron falta decenios para alcanzar tal libertad interior, esta es la razón por la que el camino de Vicente hacia la santidad y la libertad (1600-1625) es la clave para comprender la dinámica cotidiana del apóstol de la Caridad.
Reflexión y reto:
Puedes reflexionar las siguientes preguntas para explorar este primer acercamiento a nuestro místico de la caridad:
1. ¿Vives una «profunda experiencia del amor de Dios»? 2. ¿Empujas con demasiada fuerza para lograr objetivos loables, o te contentas con actuar «de acuerdo al tiempo de Dios»?
Ora y reflexiona. Mañana, la segunda contribución sobre este énfasis especial del P. Tomaž Mavrič.
0 comentarios