El mes de septiembre es muy querido por todos los Vicencianos, ya que durante este mes tienen lugar las fiestas de San Vicente de Paúl, San Juan Gabriel Perboyre, el Beato Federico Ozanam, el Beato Louis Joseph Francois, el Beato John Gruyer y el Beato Pedro René Rogue. En el año actual, el mes de septiembre es sumamente especial, no sólo para los Vicencianos, sino también para la Iglesia universal. El 4 de septiembre del año 2016, el Papa Francisco declaró oficialmente la santidad de la Madre Teresa, quien heróicamente puso en práctica en su vida las enseñanzas de Jesucristo, como Santa Teresa de Calcuta. No hay exageración alguna al expresar que vemos la cara de San Vicente de Paúl en la de la Madre Teresa.
Santa Teresa de Calcuta, por nacimiento era albanesa; por ciudadanía, Hindú; y por la fe una monja de la Iglesia Universal. Aunque era pequeña de estatura, fue muy firme, como una roca, en la fe. Ella testificó muy bien la misión que se le confió: proclamar el amor inacabable de Dios hacia toda la humanidad, especialmente hacia los más pobres entre los pobres. Nació el 26 de agosto de 1910 en Skopje, la hija menor de Nikola y Drane Bojaxhiu. Era conocida como Gonxha Agnes. A la edad de dieciocho años, movida por el deseo de ser misionera, salió de su casa paterna, en septiembre de 1928, para unirse al Instituto de la Bienaventurada Virgen María, más conocidas como las Hermanas de Loreto, en Irlanda. Allí recibió el nombre de Hermana María Teresa, en recuerdo a Santa Teresa de Lisieux. En diciembre emprendió su viaje hacia la India, llegando a Calcuta el 6 de enero de 1929. Después de profesar sus primeros votos, en mayo de 1931, la Hermana Teresa fue destinada a dar clases en la Escuela para niñas de Santa María. El 24 de mayo de 1937, la Hermana Teresa hizo su profesión perpetua de votos, convirtiéndose, como dijo, en «esposa de Jesús» para «toda la eternidad». A partir de ese momento se le llamó Madre Teresa. Posteriormente enseñó en Santa María, y en 1944, se convirtió en la directora de la escuela.
El 10 de septiembre de 1946, durante un viaje en tren desde Calcuta a Darjeeling, con ocasión de su retiro anual, la Madre Teresa recibió su «inspiración», su «llamada dentro de la llamada». El 17 de agosto de 1948, se vistió por primera vez de sari blanco con borde azul, y se atrevió a atravesar las puertas de su amado convento de Loreto para entrar en el mundo de los pobres. El 21 de diciembre del mismo año fue por primera vez a los barrios pobres. Visitó a familias, lavó las heridas de algunos niños, se ocupó de un anciano enfermo que estaba en la calle y cuidó de una mujer que se moría hambre y tuberculosis. Después de algunos meses, se le fueron uniendo, una a una, sus antiguas alumnas, dando origen a la Congregación de las Misioneras de la Caridad. La Congregación fue erigida de derecho diocesano el 7 de octubre de 1950 y de derecho pontificio, el 1 de febrero de 1965. Con el fin de responder mejor a las necesidades físicas y espirituales de los pobres, la Madre Teresa también fundó la Congregación de los Hermanos Misioneros de la Caridad en 1963, la rama contemplativa de las Hermanas en 1976, los Hermanos contemplativos en 1979, y los Padres Misioneros de la Caridad en 1984.
Durante los años de rápido crecimiento, el mundo comenzó a volver sus ojos hacia la Madre Teresa y hacia el trabajo que había comenzado. Recibió numerosos premios, comenzando por el Premio Indio Padmashri en 1962 y especialmente el Premio Nobel de la Paz en 1979, etc., reconocimiento de su servicio desinteresado a favor de los pobres. La vida terrena de la Madre Teresa llegó a su fin el 5 de septiembre de 1997. Su tumba se convirtió rápidamente en un lugar de peregrinación y oración para gente de todas las religiones, ricos y pobres por igual. La Madre Teresa dejó un testamento de fe inquebrantable, esperanza invencible y una caridad extraordinaria. Su respuesta a la llamada de Jesús, «Ven y sé mi luz», le transformó en una Misionera de la Caridad, una «madre de los pobres», un símbolo de compasión para el mundo y un testigo viviente de la sed del amor de Jesús. Fue beatificada en octubre del 2003 y fue canonizada el 4 de septiembre del 2016 por el Papa Francisco.
Santa Teresa de Calcuta tenía raíces vicencianas en su empeño por evangelizar a los pobres. Estoy muy contento de haber profundizado en su conocimiento a través del P. Cherian Kariankal CM, quien fue el confesor de Santa Teresa desde 1996 hasta el día de su partida a la morada celestial. El P. Cherian todavía recuerda el momento de su última confesión. Fue el día 5 de septiembre de 1997 a las 17:30, pocas horas antes de las 21:30 horas, momento de su fallecimiento. También estoy feliz de aprender de Sor Teresa Marillac HC que, mientras ella estaba en Filipinas en 1963-1964, Santa Teresa de Calcuta visitó a las Hijas de la Caridad en Filipinas, deseando aprender sobre las conferencias y las reglas dadas por San Vicente de Paúl. Ella se quedó con las Hijas de la Caridad un par de semanas y evidenciaba mucho el carisma vicenciano. La mayoría de sus conversaciones sobre el servicio de los pobres eran muy similares a las de San Vicente. También aprendió del eficaz poder intercesor de la Medalla Milagrosa. En 1974, mientras visitaba la diócesis de Berhampur en Odisha, visitó en la catedral la bella imagen de la Virgen de la Medalla Milagrosa, que pertenecía a las Hijas de la Caridad. A petición del entonces obispo le entregaron la estatua, que todavía se encuentra en la casa madre de las Misioneras de la Caridad. Tuvo en mucha estima la especial devoción a la Medalla Milagrosa. Así, tanto ella, como también los miembros de sus comunidades religiosas, comenzaron a distribuir Medallas Milagrosas a todos, especialmente a los enfermos. Muchos milagros fueron atribuidos a causa de la utilización de esta medalla. El poder de la Medalla Milagrosa la ayudó a llegar a la cima de la santidad. Por eso se recomienda la devoción a la Medalla Milagrosa a todos sus seguidores y a quienes conoció. Incluso uno de los dos milagros que impulsaron a la Madre Teresa hacia la santidad fue el de Mónica Besara, quien afirma que una imagen de la Madre Teresa y el uso de la Medalla Milagrosa la había curado de su tumor de ovario.
Lo que era único en San Vicente de Paúl era que él siempre miraba a la persona humana en su conjunto —en sus dimensiones espiritual, moral, política, social, cultural, con aspiraciones, que incluyen también las económicas—. Por tanto, todo su servicio estaba dirigido principalmente al desarrollo integral y sostenible. Pero Santa Teresa de Calcuta se concentró más en proporcionar un alivio inmediato a favor de los pobres en sufrimiento. Ambos tenían en común no sólo el compromiso al servicio de los pobres, sino también una inmensa fe en la colaboración, para el servicio efectivo a los pobres.
Como Vicencianos debemos sentirnos orgullosos de Santa Teresa de Calcuta, quien vivió a la altura del carisma vicenciano. Ella es un modelo a seguir para todos nosotros, al mostrarnos la forma de articular el carisma vicenciano de manera concreta en este siglo XXI. Si nuestra opción preferencial por los pobres se prioriza adecuadamente, no hay duda de que podemos ser como Santa Teresa de Calcuta y la pobreza se podrá superar sustancialmente en el mundo. Ciertamente, podemos esperar que la poderosa intercesión de los Santos Vicente y Teresa de Calcuta ayuden a nuestra propia perfección y fortalezcan nuestros esfuerzos para cambiar la vida de los pobres de manera sostenible.
Su hermano en Cristo
P. Francis Puthenthayil CM
Coordinador Nacional de la Familia Vicenciana en la India
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