Jesús es la palabra divina definitiva que nos enseña a ser humildes. Él es también la respuesta humana perfecta de humildad a la palabra divina.
Convida a Jesús uno de los principales fariseos. Como les gustan a los fariseos los primeros puestos en los banquetes, es de suponer que no les interesa ser humildes a los comensales fariseos de Jesús. Parece que, para ellos, menos ajeno que el concepto de humildad es el consejo: «Mantén a tus amigos cerca de ti y a tus enemigos aún más cerca». Es que aprovechan la ocasión de una comida, la cual connota cercanía, para espiar a Jesús.
Jesús, por su parte, la aprovecha para enseñar a los convidados a ser humildes. Les propone un ejemplo que deja claro que el sentido común aconseja que nos es útil a los hombres ser humildes.
Será una equivocación, sin embargo, pensar que él se conforma con el utilitarismo. Al especificar luego a quiénes se les ha de convidar, indica Jesús que Dios es la razón por la que debemos ser humildes.
La humildad es la verdad (santa Teresa de Jesús).
Según Jesús, son los pobres, los lisiados, los cojos y los ciegos a quienes ha de invitar uno que da una comida, cena o banquete. Porque ellos no tienen con qué devolverle el favor, entonces Dios mismo le recompensará en la resurrección de los justos.
No, no pueden pagarle los pobres y los desvalidos al que les hace un favor. Tampoco podemos los hombres pagar a Dios por todos sus beneficios para con nosotros. La verdad, pues, es que todos somos pobres y desvalidos ante Dios. Quienes andan en esa verdad no pueden sino ser humildes. Dice san Vicente de Paúl: «La verdad y la humildad se avienen muy bien las dos juntas» (SV.ES I:200).
Así que la única postura humana correcta ante el santísmo, altísimo y muy bondadoso Dios es la de los humildes. Y la adopta Jesús de manera extradordinaria. A pesar de su condición divina, él se despoja de su rango y toma la condición humana, humillándose y obedeciendo hasta la muerte de cruz. Por eso Dios lo levanta sobre todo. Y así queda demostrado que de verdad «todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Quienes en su vida y sus asuntos proceden con humildad, esperándose unos a otros, revelan que han aprovechado realmente la Eucaristía para aprender de Jesús. Manifiestan también que han acercado al Mediador de la nueva alianza.
Señor Jesús, haz que aprendamos de ti, que eres manso y humilde de corazón.
28 de agosto de 2016
22º Domingo de T.O. (C)
Sir 3, 17-18. 20. 28-29; Heb 12, 18-19. 22-24a; Lc 14, 1. 7-14
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