Comienza la celebración del Centenario del Venerable Hermano Andreas

por | Ago 21, 2016 | Familia Vicenciana, Noticias, Religiosos de San Vicente de Paúl | 0 Comentarios

La capilla de la Casa General estaba llena de peregrinos que se acercaron a celebrar festivamente la Eucaristía en honor del Hermano Andreas. Mucha gente se había acercado para la celebración del 99 aniversario de su muerte (el 3 de agosto de 1917). El pastor Frank Lemmens presidió y bendijo el lugar del eterno descanso del Venerable Siervo de Dios.

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En sus palabras de bienvenida, el hermano Lawrence Obiko dijo: «El próximo año se cumplen 100 años y ya estamos expectantes. Se podría decir que el centenario del hermano Andreas van den Boer (1841-1917) comienza hoy. Por lo tanto, es una celebración especial en la que reflexionamos juntos sobre la especial significación del hermano Andreas para nosotros…»

Un hermano de oración

«Era un hermano de oración, vivió en la presencia de Dios. Hemos de saber que la oración del hermano Andreas continúa, hoy en día, también sobre nuestras intenciones. El Hermano Andreas era un hermano de la primera hora. En él nos acercamos al núcleo de nuestro carisma: ¿por qué somos hermanos, por qué nuestras vidas están al servicio del Evangelio, por qué dedicamos nuestras vidas a la oración y las obras de misericordia?

¡Un milagro rápido!

El Pastor Lemmens añadió: «¡Esperamos que se produzca un milagro pronto y que tengamos, además de a Pedro Donders, a otro beato de Tilburgo!

Charles van Leeuwen, el autor del libro «Remembering Brother Andreas» [Recordando al Hermano Andreas], habló sobre «el Hermano Andreas con la lámpara». Citamos un par de selecciones de su reflexión:

El hermano con la lámpara

«Una poco conocida historia sobre el hermano Andreas ocurrió durante una marea alta del Dommel, el río que fluye cerca del internado Ruwenberg y a través de la ciudad de Den Bosch. En los días del hermano Andreas, el Dommel era un río bastante impredecible que, a menudo, inundaba tierras y creaba muchos inconvenientes. Ese fue el caso en el invierno de 1880. Durante varios días y noches, los hermanos estuvieron ocupados lidiando con el peligro, con su escuela amenazada por la inundación. Trabajaron expulsando el agua con bombas (que, en aquel entonces, todavía eran manuales) y uniendo fuerzas para alzar una presa temporal con sacos de arena. El hermano Andreas estaba allí también, a pesar de que, siendo una persona más bien académica, no estaba muy acostumbrado a un trabajo tan pesado. ‘No podía trabajar’, dice el hermano Germán, ‘pero estaba presente todas las noches para iluminar el trabajo con una lámpara. Se preocupaba por cada detalle’. El Hermano Andreas cada noche mantenía la lámpara de aceite y daba luz a sus cohermanos que trabajaban: esta es una imagen que ha sido muy querida para mí».

Un fiel servidor

El hermano con la lámpara. Vigilante, trabajador, servidor en la cercanía, una presencia orante. El hermano que da luz a sus cohermanos, el maestro que ilumina a sus estudiantes. El hermano que vive el Evangelio y pasa la luz de Cristo. Cuando ahondamos en la biografía del hermano Andreas, nos encontramos con la imagen de la luz con bastante frecuencia. La vida del hermano Andreas es una historia de luz, una historia de alguien que se ha comprometido profundamente a llevar el Evangelio a la práctica, y a iluminar la vida de los demás. Algunas palabras del Evangelio que hemos leído hoy le encajan como un guante. La llamada a mantener las lámparas encendidas (Lc 12, 35), que él vivió meticulosamente. Era un «servidor fiel» del Señor, muy atento en las cosas grandes y en las pequeñas.

Vigilante y observante

Algunas palabras del Evangelio adquirieron color y profundidad en su vida. Al igual que la palabra vigilancia. Si ha habido alguien interesado y observador, centrada por completo su atención en el reino de Dios, trabajador hasta el extremo con el fin de contribuir, ese era el hermano Andreas. En su trabajo diario, como maestro y educador en una gran escuela, esa nitidez, vigilancia y atención estaba, obviamente, muy en su sitio: la escuela y los niños se beneficiaron de ella. Pero, por supuesto, había más que vigilancia. El deseo del hermano Andreas y sus cohermanos era hacer concreta la llamada de Jesús en su escuela: «dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidan» (Lc 18, 16). Vivieron por el ideal de equipar adecuadamente a los niños en todos los sentidos: con una buena enseñanza, una educación equilibrada y la mejor instrucción religiosa posible. Ningún niño fue excluido: niños pobres, niños ricos, niños urbanos, niños rurales, huérfanos, discapacitados, niños de los territorios de ultramar: «no se lo impidáis, dejad que vengan a mí», este versículo del Evangelio resonó profundamente en el corazón del hermano Andreas y de sus cohermanos.

Pequeñas luces

El hermano, asiendo la lámpara e iluminando a otros: en este año de la celebración de su centenario, los focos se centran en él. Pero más importante que los focos son las pequeñas luces que vamos a encender, durante este año, para el hermano Andreas.

Fuente: Web de la Congregación de los Hermanos de Nuestra Señora de la Merced (CMM)

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