En esta Eucaristía en memoria de los difuntos de la Familia Vicenciana, quisiera recoger un versículo de la primera lectura (1 Juan 4, 9). Comienza con la pregunta: «¿Cómo era el amor que Dios nos mostró?» Responde: «Dios envió al mundo a su Hijo único». Y aquí está el resultado: «para que vivamos por medio de él». Una persona que vive por medio de otra. Nosotros vivimos por medio de Jesucristo y Jesucristo vive por medio de nosotros. Llevándolo aún más lejos, otras personas viven por medio de nosotros y nosotros vivimos por medio de otras personas.
Me acuerdo de una anciana, bastante enferma, que no tenía hijos propios, pero que tenía muchas sobrinas, sobrinos, sobrinos nietos —y muchos amigos—. No podía moverse con facilidad, y estaba más o menos confinada a su silla de ruedas. Pero con los años se había convertido en lo que podríamos decir el centro de comunicaciones de ese círculo.
En un primer momento por carta, más recientemente por correo electrónico y Facebook, estaba en contacto diario con tal o cual persona de la familia, y mostraba gran interés en lo que todos hacían. Se podría decir que estaba viviendo esta última parte de su vida a través de los miembros de su familia. No era como si ella hubiese perdido su propia identidad, sino más bien que algo de ella estaba siendo comunicado a estos otros. Sus vidas estaban recogiendo algo de su espíritu. En cierto modo, su voz estaba llegando a través de la de ellos. No es repitiesen como loros lo que ella decía, sino más bien que sus historias, ideas y actitudes, a lo largo de los años, se introducían en ellos e influían en sus vidas. Con toda seguridad, ellos hablaban desde sus propios corazones y sentimientos, pero algo de ella aparecía también en sus discursos y acciones. Ella vivía por medio de ellos.
Y, ¿qué hay de los miembros difuntos de la Familia Vicenciana que hemos conocido y amado? ¿Qué hay de todos nuestros seres queridos que han fallecido? ¿Alguna vez ha aparecido algo de sus palabras —e incluso actuaciones— por medio tuyo?
Considera algunos individuos fallecidos que eran especiales mentores y modelos a seguir para ti. Te sentaste a sus pies, por así decirlo, y casi sin darte cuenta aprendiste lo que tenían que enseñarte, en especial sobre la vida y la vida Vicenciana. Veinticinco años más tarde, te encuentras con la base profunda de sus conocimientos y lecciones de vida. Oyes rastros de sus voces hablando en la tuya, y una y otra vez te encuentras hablando en sus voces. No es como si tú no estuvieras hablando con tu propia voz, pero tu voz se ha visto infundida y sobrepuesta con los sonidos de las suyas. Ellos están hablando a través de ti, y muy probablemente más en las acciones, actitudes e instintos que en las palabras.
¿No pasa algo parecido con la voz del Señor Jesús, que habla a través del sonido de tu propia voz? ¿Puedes mirar hacia atrás en los últimos años y notar que algo ha cambiado en la forma como valoras las cosas, la forma en que ordenas lo que cuenta más y lo que cuenta menos? Y, ¿no ha sido este algo sino una Persona; es decir, la persona de Jesús, que se ha introducido más y más en tu corazón e incluso en tus huesos, de tal manera que estás mirando al mundo de una manera diferente?
- ¿Por qué, sin importar cuál es tu partido político, estás del lado de aquellas posiciones que se alinean con los más pequeños de los hermanos y hermanas?
- ¿Por qué eres más afín a las llamadas a la unión estrecha, en vez de a las que nos separan?
- ¿Por qué la llamada a sacrificarse por el bien del prójimo tiene más sentido que las que nos animan a ponernos en primera posición?
¿No será porque el tono del Señor ha llegado a sonar más en el timbre de tu propia voz, ha traspasado por tus lugares interiores de cómo ves las cosas y respondes a ellas? Y a la inversa, ¿no está algo parecido sucediendo cuando tu voz empieza a vivir más bajo la influencia de cómo Jesús habla? ¿Cuando Sus entonaciones, inflexiones y acento distintivo comienzan a aparecer en tus palabras?
Es decir, poco a poco, a través de tus lecturas y tu oración, y especialmente a través de tus encuentros con la persona de Jesús en la persona de los demás, has encontrado:
- La voz de Jesús convirtiéndose en una especie de moduladora de las inflexiones de tu propia voz.
- Los ojos de Jesús siendo cada vez más una lente a través de la cual tus ojos comienzan a ver.
- Las manos de Jesús siendo cada vez más una plantilla para el trabajo de tus manos.
- El corazón de Jesús purificando lo que se pasa en tu propio corazón.
Estos Vicencianos fallecidos, y nuestros seres queridos viven, a través de ti. Y tú, en cierto sentido, vives a través de la influencia que han tenido en ti. Aún más profundamente, el Señor Jesús vive a través de ti y de mí. Y todos seguimos tratando de vivir a través de Él.
Y así, en esta Eucaristía, cuando cantamos el Amén en respuesta a «con Él y en Él» —y hoy, especialmente, por medio de Él—» imbuyámonos más y más plenamente en esas palabras para que podamos llegar a actuar, hablar, dar testimonio y vivir por medio del Señor Jesucristo, vivo en su Espíritu en nuestro mundo.
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