Navegando por la realidad del mundo de los negocios

por | Ago 16, 2016 | Formación, John Freund, Reflexiones | 0 comentarios

En el mundo de los ministerios institucionales, como son hospitales e instituciones educativas, a menudo escucho la máxima «Sin margen no hay misión.» Expresa una tensión que enfrentan muchos ministerios que tratan de navegar por las realidades del mundo de los negocios, a menudo descrito como «el mundo verdadero».

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En Mr. Vincent,  J. Patrick Murphy escribe sobre dos experiencias en la vida de Vicente y las lecciones que podríamos aprender de ellas:

Un monje ofreció Vicente una propiedad enorme, San Lázaro, fuera de los límites de la ciudad de París. Tenía 74 acres y tardó una hora y media en circunvalarla, caminando alrededor del perímetro. Vicente la rechazó porque, según dijo, era demasiado grande, demasiado cara y cambiaría la Congregación. Estaba en lo correcto. El monje quería deshacerse de la propiedad.

Lección: La primera ley de la economía: no hay comida gratis. Tenga cuidado con los caballos de Troya y los almuerzos gratis. Jim Collins nos anima a tener MGAPs – Metas Grandes, Audaces y Peludas [BHAGs – Big Hairy Audacious Goals, término acuñado por el Jim Collins, que se refiere a aquellas que tienen un alto porcentaje de posibilidades de cumplirse, n. del T.]. Ni el fraile ni Vicente vieron la oportunidad en un primer momento.

[Jim Collins es autor de Built to Last: Successful Habits of Visionary Companies]

Murphy continúa:

Sólo un año más tarde, Vicente aceptó San Lázaro y se trasladó. Estaba llena de pacientes con enfermedades mentales, leprosos, hijos descarriados de la nobleza, sacerdotes con problemas y muchos verdaderamente pobres. Ahora estaba dirigiendo un hotel de más de 600 camas y que floreció desde el principio.

Lección: A veces se necesita un cierto tiempo para que un buen plan tome forma. («Dios lo hizo.») Vicente encontró a su gran Meta Grande, Audaz y Peluda con la ayuda de Dios.

El P. Tom McKenna ofrece más detalles que nos ayudan a apreciar el contexto de estas ideas. Escribe en Vincent de Paul: A Saint Who Got His Worlds Together (PDF):

Sigamos con la cuestión de la familiaridad de Vicente con el mundo de los negocios. Es evidente que su santidad llegó a florecer en un mundo de complejas luchas políticas, toma de decisiones arriesgadas en cuanto a aspectos financieros y legales, y en ocasiones presiones corporativas feroces.

Su fuerte implicación en el mundo institucional evolucionó porque fue algo necesario para financiar todas las iniciativas que emprendió. Hospitales, centros de acogida, seminarios, casas de paso, equipos de predicación, orfanatos, comedores, campañas de socorro en tiempos de guerra… todas estas iniciativas necesitaban apoyo firme y a largo plazo. Esto no quiere decir que el objetivo principal de Vicente fuese construir un imperio financiero. Su vista estaba centrada en el propósito de sus fundaciones, de ayudar a los oprimidos. La cantidad de esfuerzo minucioso que dedicaba diariamente a supervisar sus organizaciones, y, en particular, su financiación, nos revela a un individuo que conocía de primera mano las dificultades para ser solvente en un mundo financiero volátil.

En su tiempo —como probablemente en la mayoría de todos los tiempos— el dinero para apoyar a las organizaciones benéficas era escaso. Para mantener a flote sus emprendimientos, tuvo que aprovecharse de prácticamente todos los métodos para generar ingresos que había.

El método habitual de Vicente era asegurar algún tipo de dotación, manejarla bien, y engrandecerla con el tiempo. Trabajó duro para convencer a los benefactores de donar las ganancias de diversas explotaciones, tales como granjas, molinos, sistemas de transporte público e impuestos sobre telas, vino y sal. Aprovechando el éxito de sus primeras venturas, convenció a un círculo aún más amplio de personas ricas a que le entregasen cantidades en efectivo y acciones, así como la titularidad de los ingresos producidos por diversas parroquias, hospitales y abadías. Así que muchas de las miles de cartas que escribió se dedican a rastrear estos flujos de ingresos y mantener canales abiertos para aumentar su rendimiento.

El método preferido de Vicente de construir su capital era con bienes raíces. Una sentencia en una de sus cartas revela esta motivación, probablemente un vestigio de su profundamente arraigada sabiduría campesina: la riqueza estaba en la tierra. «Con el fin de preservar las instituciones, los ingresos debe estar en las tierras. Si no es así, dentro de cincuenta años, las dotes se reducirán a la mitad. El costo de las cosas se duplica, al menos, cada cincuenta años». Tal vez le da algo más que una credencial de negocios el descubrir que su corazonada sobre los valores de propiedad comparados con la población estaba mal: ¡en las cinco décadas después de su muerte, los bienes raíces perdieron considerablemente más frente al mercado!

Es sobre todo en sus tratos de tierras que descubrimos la parte comercial de Vicente. Para él, nunca era suficiente el que le dieran propiedades; deben tener valor que pueda ser aumentado. Un estudio reciente de los archivos de empresas francesas del siglo XVII, revela a Vicente como un hombre con un método.

La lectura de los detalles adicionales en el texto completo demuestra que Vicente conocía y entendía el mundo de los negocios.

También sabía que la santidad es internamente compatible con las transacciones en el mercado. Y esa es la cuestión de la segunda parte del artículo.

Por ahora, nos podemos preguntar: ¿cuáles son las oportunidades ocultas en algún desafío… y cómo podemos navegar en las realidades de los negocio, si nos tomamos el tiempo necesario?

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