Metanoia #YoSoyVicente

por | Ago 11, 2016 | Formación, Reflexiones, YoSoyVicente | 0 Comentarios

Metanoia: un cambio de corazón transformador; y especialmente: una conversión espiritual.

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Por: Sra. Cristine B. Amontos

Todo comenzó en la Escuela de Teología San Vicente (SVST) el pasado 2010, cuando comencé Maestría en Ministerio Pastoral. Me presentaron una nueva forma de hacer teología y abracé minuciosamente el proceso de deconstrucción a reconstrucción. A través de la forma de hacer teología vicenciana estaba expuesta al mundo real de la pobreza y la marginación en nuestra sociedad.

Como estudiante de SVST, yo y mis compañeros de clase vivimos una inmersión en el depósito de basura Payatas durante un año, en el que la realidad de la pobreza penetró por todo mi ser. El Diálogo de la Vida me permitió experimentar las diferentes formas de injusticia y marginación. Durante las sesiones eclesiales de base comunitaria (BEC), los pobres expresaban abiertamente sus dolores y luchas. Yo se sumergí realmente en la comunidad y el grito de la gente de allí se convirtió en mi inspiración para continuar el viaje. Después de haberles escuchado, empecé a plantearme preguntas sobre las diversas formas de injusticia y desigualdad que desfiguran la dignidad de los pobres. La inmersión plantea los más grandes desafíos sobre cómo ayudar eficazmente a los que viven en las cunetas, dadas las estructuras sociales injustas en nuestra sociedad. Poco a poco, mi perspectiva de servicio cambió. Y es cierto, el cambio me estaba haciendo daño, a mí y a las personas que jugaron un papel decisivo en traerme a SVST. Para algunos, fue una rebelión; pero, para mí, fue una conversión. Fue mi experiencia metanoia.

Mi vida cambió desde que me dispuse a estudiar teología desde, con y para los márgenes, la manera de hacer teología Vicenciana. Me ha acercado más a la espiritualidad y carisma vicenciano. Me enamoré de San Vicente de Paúl. Su corazón para los pobres me inspiró a seguir sus pasos. Su propia experiencia metanoia me ha afirmado para elevarme hacia mayores alturas y ser una mujer cuya voz se pueda escuchar en una sociedad dominada por los hombres. Como dijo Vicente de Paúl en cierta ocasión: «El amor es inventivo hasta el infinito», y así, me permití ser transformada, por el bien de los sin voz.

Enamorarse de Vicente me ha movido a transitar el camino de la evangelización y la caridad. De todo corazón, el Departamento del Instituto para la Educación Religiosa (IRED) de la Universidad Adamson se convirtió en mi comunidad. Me enseñó teología siguiendo el método de ver—discernir—actuar, que encendió aún más mi pasión por servir a los pobres. Ka-Enteng (como llaman cariñosamente a San Vicente de Paúl) me abrió ampliamente la puerta para unirme a la Misión Popular Vicenciana de la Universidad y de la Congregación.

La Misión Popular Vicenciana me ha traído al mundo del servicio voluntario a los pobres. Soy una misionera laica vicenciana voluntaria, que desea acompañar al pueblo de Dios peregrino en las periferias. Mi primera experiencia de la misión fue en Tugop, Tanuan, Leyte en 2014, donde los misioneros vicencianos de Adamson eligieron estar en solidaridad con las víctimas del tifón Haiyan. Fue muy difícil escuchar a tantas almas devastadas. Estar con ellos fue mi expresión definitiva de solidaridad. Estaban traumatizados, doloridos, apenas aferrándose a su fe. Doy gracias a Dios por el don de la música, ya que ayudó a la gente y los niños en sus tiempos de prueba. Aunque sentí cansado mi cuerpo, estuve agradecida porque había compartido el don de la música, la música que calmó los corazones doloridos y con problemas del pueblo de Dios. La misericordia y la compasión de Dios renuevan lentamente su fe vacilante.

Mi participación en la Misión Popular Vicenciana ha continuado después de Leyte. Dios me acercó a otras cuatro islas deprimidas de Filipinas. Las diversas amenazas en las zonas de las misiones, tales como la presencia de radicales izquierdistas, la pobreza extrema, las caminatas largas y agotadoras en territorios inexplorados y los líderes indiferentes de la comunidad, no me han impedido caminar con el pueblo. Lo mejor fue que aprendí mucho de la gente a la que he servido. Mi amor por la misión me ayudó a soportar las luchas y las dificultades de mi vida personal. Al igual que Vicente de Paúl, el encuentro con los pobres me llevó más cerca de Dios. El pobre me había evangelizado. Fue una bendición el caminar con ellos en su difícil situación, pues me acordé de que podía triunfar en mis propias adversidades. Vicente de Paúl también dijo: «Id a los pobres. Los pobres tienen mucho que enseñarnos». En experiencias similares, durante mi inmersión en Payatas, mi encuentro íntimo con Dios ocurrió cuando yo había vivido con los pobres. Incluso después del servicio en misión, estoy poniendo todos mis esfuerzos en practicar diariamente las virtudes misioneras de la sencillez, la humildad y celo.

Según Vicente de Paul, «No es suficiente hacer el bien. Hay que hacerlo por el bien de los pobres». En la actualidad, estoy optando por hacer trabajo voluntario en los Servicios Integrales de Extensión Comunitaria (CIEM) de la Universidad Adamson. Al creer en la formación vicenciana, estoy haciendo una preparación intensiva para poder ser una Voluntaria Vicenciana eficaz para el Mundo. Confío en que, a través de este trabajo voluntario, seré más como Vicente de Paúl, creciendo en el amor a los pobres, que son nuestros amos y señores.

Una canción dice: «Por ti, mi vida ha cambiado. Gracias por el amor y la alegría que traes contigo. Por ti, no temo culpa alguna. Lo digo al mundo: es gracias a ti». Estos versos han capturado mi compromiso como voluntaria misionera laica y vicenciana. Estos versos parafrasean mi metanoia.

Etiquetas: YoSoyVicente

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