No es ningún secreto que tendemos a etiquetar a la gente demasiado rápidamente. Sin duda tiene utilidad etiquetar, aunque hoy en día se utilizan, en demasiadas ocasiones, como vías para el insulto. Las etiquetas tratan de identificar a quienes representamos. A mi modo de ver, las etiquetas nos llevan a una pregunta a los seguidores de Vicente y Luisa: «¿A quién representamos?»
Esta pregunta vino a mi mente al leer la reflexiva presentación del obispo vicenciano Varghese sobre el discernimiento, durante el día de retiro antes de la elección de un nuevo Superior General. Les recordó las legítimas expectativas de la Iglesia, de los pobres y de los cohermanos.
Se me ocurrió que aquellos de nosotros, en las diversas ramas de la Familia Vicenciana, e incluso aquellos que silenciosamente discurren por el camino del seguimiento de Cristo Evangelizador de los pobres, bien podrían reflejar a quién representamos en nuestras acciones.
A continuación, el obispo Varghese presentó algunas directrices, tales como:
(a) Pregúntense cuál es la voluntad de Dios para la Congregación en esta Asamblea, manteniendo un espíritu de oración, dejando que el Señor les guíe y rete, y estando abiertos a aceptar y entregarse a la voluntad de Dios.
(b) Pregúntense qué esperan los pobres de ustedes, como misioneros y servidores; ¿cuáles son sus necesidades más apremiantes, sus esperanzas y deseos?
(c)Pregíntense qué es lo que quiere la iglesia de ustedes; mantengan un espíritu de obediencia a las autoridades eclesiásticas y sus enseñanzas, procuren promover el diálogo, el respeto y la respuesta a las necesidades de los ordinarios locales.
¿Permitimos a «la persona de Jesús pensar, reflexionar, hablar y escuchar a través de ustedes, para que puedan producir «fruto permanentes», el fruto que Cristo quiere de usted»?
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