Leer la Palabra de Dios, un sermón al aire libre, bailar bajo una lluvia casi veraniega, hacer dibujos en equipos, charlas y una sabrosa comida… todo esto es los se llamamos «el Picnic con las personas sin hogar».
Por tercer año consecutivo, las Hermanas Marianas de la Medalla Milagrosa, los Misioneros de la Congregación de la Misión de San Vicente de Paúl, y voluntarios y representantes de Caritas-Spes, han llevado a cabo el «picnic con las personas sin hogar» en Kiev, a finales de mayo. Este evento está dirigido a personas que se han encontrado en circunstancias difíciles en la vida: personas solitarias y sin relaciones, personas económicamente desfavorecidas y los desprovistos de hogar.
En esta ocasión, 109 personas acogieron nuestra invitación. La preparación duró varios días: se hornearon galletas y pizzaletas, se prepararon sándwiches, sabrosa pilaf y ensalada. Además, los voluntarios prepararon un interesante programa de entretenimiento, para que cada huésped en el picnic pudiese olvidar sus preocupaciones cotidianas y se sintiese como en familia, como un miembro de pleno derecho de la sociedad. El ambiente fue muy cálido, jovial y alegre: los organizadores querían que todos sintiesen calidez y gratitud por su participación y por dejar que otros se ocupasen de ellos. El clima obligó a algunos ajustes en el programa, no dejando que los organizadores hiciesen todo lo que se había planeado. Sin embargo, lo más importante fue que los que tomaron parte en el picnic recibieron una chispa de calidez y esperanza. Y el título «el picnic con las personas sin hogar» subraya que todos sus participantes compartieron el pan y la alegría de igual a igual.
En el Año de la Misericordia, tenemos la oportunidad de hacer que las palabras se conviertan en hechos y servir a los hijos de Dios que lo necesitan, realizar obras de amor y misericordia, incluso ahora, siguiendo el ejemplo de San Vicente de Paúl. Henri Bremond escribió: «Vicente de Paúl no se convirtió en un santo porque fuera caritativo, sino que fue caritativo porque fue santo». Y la santidad de cada uno es la propia dedicación, completa y total, a Cristo y a la Iglesia.
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