Se cita que, antes que Henry Ford construyera su primer coche, dijo: «Si hubiese preguntado a la gente lo que querían, habrían dicho que caballos más rápidos». Una respuesta correcta, pero una pregunta equivocada.

El astrónomo Nicolás Copérnico preguntó en 1543: «¿Pudiera ser que la Tierra girase alrededor del Sol?» En aquel momento, sugerir esto podía ser una idea peligrosa —las personas e instituciones de la época creían firmemente que la Tierra era el centro de todo—, pero las observaciones científicas de Copérnico no se alineaban con esta noción. Eso le permitió hacer su pregunta.

Hace cincuenta y cinco años, un hombre le preguntó… «compatriotas: No se pregunten lo que su país puede hacer por ustedes – pregúntense qué pueden hacer ustedes por su país. Conciudadanos del mundo: no pregunten lo que Estados Unidos hará por ustedes, sino lo que podríamos hacer juntos por la libertad del hombre».

«Hoy podríamos fácilmente perdernos al preguntarnos: «¿Qué haría Vicente?» o «¿Qué haría Jesús?». Nosotros, sin embargo, siempre encontraremos el camino si nos hacemos la pregunta vicenciana por excelencia, primeramente realizada por la señora de Gondi: «Algo debe hacerse; ¿qué debo hacer?» —escribe J. Patrick Murphy en  “Mr. Vincent.”

Vicente hizo la pregunta a la gente en Chatillon, y ellos dieron de comer a los pobres. Describió las condiciones de vida de los esclavos en galeras al rey de Francia, y el rey envió a Vicente para mejorarlas.

Saber que hay que hacer algo y ser lo suficientemente valientes como para preguntarnos «¿Qué debo hacer?» es saber «¿Que haría Vicente?»

Hablando de reformular preguntas… es interesante observar cómo Vicente reformuló una pregunta y tuvo éxito donde San Francisco de Sales fracasó. Se podría decir que Francisco se preguntó cómo se podría introducir a laicos devotos a una forma de vida religiosa. Vicente se preguntó más sobre qué tipo de estilo de vida y espiritualidad daría apoyo a aquellos que se sentían llamados a servir a los pobres y marginados.

Él, por lo tanto, «hizo posible que muchas otras formas de vida ‘no-religiosa’ floreciesen en la Iglesia. A pesar de que la ley y la legislación eclesiástica con frecuencia entenderon esas formas de vida como similares a la de los religiosos, sin embargo, la teología de la misión ha visto esto como un nuevo punto de partida, de múltiples facetas en su creatividad, especialmente con respecto a lo que hoy se conoce como Sociedades de Vida Apostólica» [Corpus Juan Delgado, C.M., en Vincencianismo y Vida Consagrada, (XXXIX Semana de Estudios Vicencianos), Editorial CEME, Santa Marta de Tormes, Salamanca, 2015, p. 405-450].