Hay acontecimientos en la vida que no se acaban en el momento en que sucedieron; que se prolongan como la sombra que sigue al cuerpo en cualquier dirección en que se mueva; como una marca indeleble que hace vibrar la mirada de manera persistente; como el grano de trigo que aparentemente se destruye en la tierra y surge en la espiga; como una fuerza transformadora que anima la existencia entera, y le da fuerza y vigor…
Todos podemos aportar mil ejemplos de esta experiencia vital: la primera mirada seductora, cuando surgió el primer amor; el encuentro con la persona amada, después de una larga ausencia; el nacimiento del primer hijo; la plenitud de amistad con algunas personas selectas, que hemos encontrado en nuestro caminar por la vida…
Los ejemplos citados y mil otros que pudiéramos aportar son pálidos reflejos de lo que aconteció en el encuentro de los discípulos con Jesús Resucitado. Todo cambió en su vida y para siempre: de débiles, asustadizos, buscadores de primeros puestos, huidizos ante el peligro…, pasaron a ser intrépidos, valientes, dispuestos a dar la cara, decididos a dar la vida por afirmar que han visto a Jesús Resucitado, el mismo al que ellos, los jefes del pueblo, habían crucificado…
Y Pablo, el perseguidor indomable, pasa a ser el Heraldo incansable del mismo Jesús, al que no detienen ni la persecución, ni la calumnia, ni los naufragios, ni los azotes, ni la vida ni la muerte misma… (cf. Rom.8,35-39). El mismo Pablo escribe a los colosenses: “Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba…” (Cf. col.3,1-11). “Vivo yo, más no soy yo, es Cristo quien vive en mi…” (Cf. Gal. 2,20).
Esto es lo que celebramos los cristianos en la Pascua de Resurrección: no es el recuerdo emotivo de lo que pasó hace más de veinte siglos, sino la reproducción viva, en nuestra vida, de la muerte y resurrección de Cristo. La vida del creyente solo tiene sentido desde la perspectiva de vivir la nueva vida en Cristo, de modo significativo, de modo perceptible a los extraños: que se sorprendan, que se interroguen, que no entiendan por qué somos distintos; que busquen la razón última por la cual servimos a los pobres, por la que perdonamos hasta a los que nos persiguen y calumnian… Por eso, un teólogo tan amoso como Karl Ranher ha expresado esta idea: “el cristiano de mañana o será un místico o no será…” Quizá, pare entender esto, hay que nacer de nuevo, como dice el mismo Jesús a Nicodemo…
Pero hay pistas suficientes en el Nuevo Testamento para entender lo que es la nueva vida en Cristo, o, expresado de otro modo, para vivir la Resurrección día a día. El mismo Pablo completará las tareas del seguidor de Jesus, en sinceridad y en verdad: “Como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de entrañas de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, longanimidad, soportándoos y perdonándoos mutuamente, siempre que alguno diere a otro motivo de queja. Como el Señor os perdonó, así también perdonaos vosotros. Por encima de todo esto, vestíos de la caridad, que es vínculo de perfección.” (Cf. Col. 3,12ss).
Hay pasajes en el evangelio que tenemos que releer estos días, con especial profundad, para entender lo que es vivir, día a día, la Resurrección con Cristo. Cito solo algunos de los más significativos: Mt. 25, 31ss: el dictamen final consistirá en repasar el catálogo de servicios que hayamos prestado al necesitado que está a nuestro lado. El pasaje de las bienaventuranzas, que rompe los esquemas de nuestra lógica racional (Mt.5,1-12). La relación interpersonal, sin distinción de clases, culturas o ideologías, hasta amar a los enemigos (sermón de la montaña completo, (Mateo, capítulos 5 y 6). La perfección en el amor, que debemos tenernos unos a otros, que debe ser como el amor que Jesús mismo nos tiene (Jn.13, 34-35).
A estas citas bíblicas hay que añadir nuevas perspectivas que entran en el plan de Dios, respecto al hombre y a la creación entera. Son aspectos dejados, hasta ahora, de soslayo, pero que no podemos obviar, de ahora en adelante. El cosmos, la vida en general, el planeta tierra, como la casa común de todos, según la expresión de nuestro Papa Francisco, todo tiene que ser transformado: la Resurrección es la llamada a la vida nueva de la entera creación… Dios la ha puesto en nuestras manos para que refleje la perfección de la vida nueva en Cristo. Todo ha sido salvado y perfeccionado en Cristo. Cuando alguna parte de la creación mejora, bien por el avance o progreso de la ciencia, bien por la mano habilidosa del hombre, la creación entera celebra la Resurrección, la cercanía de la plenitud de la vida hasta la parusía, el encuentro definitivo con el Creador. Tal es la dignidad que Dios ha dado al hombre: participar en la obra creadora de Dios. Estamos llamados a construir, día a día, la Pascua del Señor, como bien expresa el texto y el power-point que a continuación adjuntamos…
Construir la Pascua
Cuando anuncio a Jesucristo,
encarnado en el hombre, y en camino del Padre,
en libertad, justicia, Paz y amor…
Construyo la Pascua.
Cuando canto la esperanza
a los que sufren el abandono y la soledad
y experimentan en la carne y en la vida,
la agresión a su dignidad de personas
y de Hijos de Dios….
Construyo la Pascua.
Cuando acojo a alguien con hambre
de ser escuchado
porque encuentra todas las puertas cerradas…
Construyo la Pascua.
Cuando doy pan a los que tienen hambre
ropa a los que tienen frío
y marco el camino al que anda perdido…
Construyo la Pascua.
Cuando limpio las lágrimas
y ayudo a sonreír,
Cuando despierto la voluntad de vivir
y de caminar…
Construyo la Pascua.
Cuando levanto mi voz
en contra de los poderosos
que explotan a los países del Tercer Mundo,
no dejando vivir ni crecer,
con las enormes deudas, que aumentan cada día.
Construyo la Pascua.
Cuando paro junto al pobre del camino,
sucio, ebrio
y le tiendo la mano, le sonrío y le hablo…
Construyo la Pascua.
Cuando escribo una carta,
dando una palabra de aliento y ánimo
para que vivan la vida con ilusión, entonces….
Construyo la Pascua.
Cuando me revelo contra la manipulación
y el robo de los indefensos,
o sin capacidad de protestar o de defensa….
Construyo la Pascua
Cuando hago crecer una flor,
echo una gota de agua a una planta con sed,
ayudo con mi forma de actuar,
a que mi casa, que es el mundo,
se conserve limpia y fresca…
Construyo la Pascua.
Es que, si crees en Cristo,
nuestra Vida es Pascua.
Si creemos en la Pascua,
Construimos la Pascua.
Ella, la Pascua, aconteció,
pero es necesario que siga aconteciendo,
venciendo las resistencias de nuestro egoísmo,
de nuestro individualismo,
de nuestra comodidad,
de nuestra deshumanización,
de las tinieblas que se colocan
delante de nuestra poca fe,
como aconteció en la Primera Pascua,
con la victoria de Jesús sobre el pecado
y sobre la muerte.
Es necesario que el mundo
crea en la Resurrección de Jesús.
Es necesario que la Iglesia crea en la Pascua.
Es necesario que yo crea
realmente en la Pascua.
Porque, si Jesús no resucito,
no tiene sentido nuestra fe.
Feliz Pascua de Resurrección.
Autor: P. Félix Villafranca
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