Durante la Cuaresma se nos pide que nos centremos más en la limosna. La limosna puede tomar muchas formas, pero pensemos aquí en las donaciones económicas directas. A lo largo de la historia, muchos cristianos han usado la práctica del Antiguo Testamento del «diezmo» como una guía —es decir, dan una décima parte de sus ingresos a Dios—. Sin embargo, no se trata de «simplemente escribir un cheque», ¿verdad? ¿No deberíamos, como seguidores de San Vicente, estar en la primera línea, haciendo visitas a domicilio, haciendo obras de misericordia, y promoviendo la justicia y el cambio sistémico? ¡Sí! Pero no hemos de olvidar la humilde práctica de dar dinero o comida. Lee y reflexiona lo que Federico Ozanam tenía que decir, en la siguiente presentación:
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Decidir cuánto se quiere dar, y qué proporción se quiere entregar a ciertas causas o individuos, puede ser un reto y requiere que lo consideremos en oración. Inspírate con las palabras de Francisco durante la Misa del Miércoles de Ceniza de hace dos años:
La gratuidad debería ser una de las características del cristiano, que, consciente de haber recibido todo de Dios gratuitamente, es decir, sin mérito alguno, aprende a donar a los demás gratuitamente. […] La limosna nos ayuda a vivir la gratuidad del don, que es libertad de la obsesión del poseer, del miedo a perder lo que se tiene, de la tristeza de quien no quiere compartir con los demás el propio bienestar.
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