La Esperanza es, a veces, un bien escaso. Los vicencianos dan muchas cosas y luchan por muchas cosas. Merece la pena la lucha. Este artículo de la Universidad de Niágara (texto y fotos) lo dice todo.
Es lunes, las 10 de la noche, y el neoyorkino David Loewenguth, de la Universidad de Niagara, promoción del 83, guarda su bicicleta y se dispone a volver a su casa, un estudio en el Harlem histórico. Se ha pasado el día yendo de reunión en reunión, hablando con varias organizaciones del sector sin ánimo de lucro. Para el director ejecutivo del CHABHA (niños afectados por el VIH/SIDA), ha sido un día típico, ya que trabaja para crear conciencia, recaudar fondos y extender el alcance de CHABHA por todo el mundo, mientras que permanece en constante comunicación con el personal en Ruanda y Burundi y las vicisitudes cotidianas de la organización.
La historia de David con CHABHA comenzó en 2008, cuando buscaba una oportunidad para trabajar como voluntario en África. Hasta este momento, David había construido una carrera ayudando a otros en la suya, primero como administrador en la Universidad de Southampton de Long Island, y más tarde, como agente de reclutamiento de ejecutivos para empresas financieras. Sin embargo, el reciente fallecimiento de su hermano, Peter, le dio razones para reflexionar sobre su vida, y decidió tomarse un tiempo libre para perseguir su deseo de marcar la diferencia en las vidas de los demás. Un amigo le presentó a Susanna Grannis, fundadora de CHABHA, y después de reunirse con ella, David se comprometió a una estancia de 10 meses en Ruanda, centro de operaciones de CHABHA.
Allí, David conoció a un grupo de hombres y mujeres jóvenes, al frente de organizaciones de base que trabajan con huérfanos e infancia vulnerable. Se sumergió en los programas que se encontraban en aquel momento en funcionamiento, con reuniones semanales y visitas a domicilio, y ayudó a desarrollar sistemas de seguimiento de los graduados y su progreso en la dinámica laboral. También asistió en la formación profesional, el desarrollo profesional, talleres de escritura de curriculum vitae, e identificación de patrones y prácticas, con graduados en diversos campos, como carpintería, soldadura, artes culinarias y costura. Mientras trabajaba, vio el impacto positivo que estas organizaciones, dirigidas por jóvenes, jugaban en el bienestar psicosocial y en apoyo a los niños traumatizados por el SIDA.
Lo que es especial es que trabajamos con jóvenes que están apoyando a otros jóvenes —dice—. Ayudamos a estas organizaciones, dirigidas por jóvenes, a desarrollar habilidades y programas sostenibles. Tengo el honor de presenciar el espíritu humano y la generosidad de los donantes, estos niños pequeños, y estos líderes.
El modelo de trabajo directo de CHABHA con organizaciones de base centradas en la comunidad ha tenido éxito identificando las necesidades inmediatas y evaluando los retos que bloquean el acceso de los niños a la educación y la salud. La primera de estas organizaciones, AMAHORO, fue iniciada por cinco adolescentes que quedaron huérfanos por el SIDA y que eran las cabezas de sus hogares. Se reunían cada semana para conectarse en red y proporcionar consuelo para sus hermanos más pequeños. En aquel momento, AMAHORO tenía alrededor de 250 miembros. Hoy en día, el grupo reúne a más de 2.000 personas, y muchos de los miembros originales han llegado a graduarse en la universidad, comenzar carreras, obtener puestos de trabajo, y casarse. Y siguen apoyando en el voluntariado y tutoría de los jóvenes líderes de la organización.
Desde esa primera colaboración, CHABHA ha conectado con otras tres organizaciones dirigidas por jóvenes, asistiendo a más de 3.500 niños, cada año, en Ruanda y Burundi. Las necesidades de estos niños huérfanos y vulnerables se complican por la pobreza y sus números totales, pero CHABHA, contando con socios y partes interesadas, ha diseñado actividades sostenibles y proyectos de desarrollo económico para hogares que les dan acceso a la educación, salud y apoyo psicosocial. También ha puesto en marcha proyectos agrícolas y de cría ganadera que atacan la desnutrición infantil y dan seguridad alimentaria a las personas que toman medicamentos antirretrovirales, y ofrece sesiones de formación y talleres a jóvenes líderes para ayudar a desarrollar sus capacidades.
Cuando David volvió de Ruanda, en diciembre de 2009, sabía que CHABHA siempre formaría parte de su vida. En marzo del 2010, se le pidió que asumiera el cargo de director ejecutivo (y él a su vez reclutó a su antigua compañera de clase, Susan Gilesspie-Renaldo, de la promoción del 83, para servir en el equipo de CHABHA).
«Lo más importante en la vida, para mí —dice David— es la misión fundamental de CHABHA: Todo niño tiene derecho a los más elementales derechos humanos, a la independencia y, sobre todo, a la esperanza.» Junto con los jóvenes líderes y socios de Chaba, David está ofreciendo esta esperanza a un sinnúmero de niños que sufren las consecuencias de la epidemia del SIDA.
David puede, sin duda alguna, decir #YoSoyVicente.
Para más información, visitar www.chabha.org.
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