Condena retrógrada y destrozadora

por | Mar 8, 2016 | Cuaresma, Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

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Jesús no nos condena a los pecadores; nos invita a la renovación.

Aunque sin pecado, no obstante su semejanza a nosotros, Jesús no condena a la mujer sorprendida «en flagrante adulterio».

Sin duda, quienes la han traído buscan afirmar su adhesión estricta a la ley y los profetas. Desvelan también que, «para comprometerlo y poder acusarlo» al cuestionado por ellos, no tienen reparos en arruinar a mujeres vulnerables que, aun pecadoras, no dejan de ser, ciertamente, imágenes del Creador. No como las mujeres, los varones nos escapamos con demasiada frecuencia.

Frente a tales acusadores, uno puede decir con razón que mejor es caer en manos de Dios que caer en manos de hombres empeñados en alcanzar, por las buenas o por las malas, sus metas. A diferencia de ellos, Dios es misericordioso.

Los hombres no pocas veces insistimos en no dejar impune al culpable, basando nuestro proceder en la frase: Dios «castiga la culpa de los padres en los hijos, nietos y bisnietos, hasta la tercera y cuarta generación». Dificilmente se nos ocurre que «tercera y cuarta generación» tal vez sirva para resaltar aún más la misercordia que Dios mantiene «hasta la milésima generación».

Nosotros, sí, nos mostramos a veces más exigentes que Dios. Cuestionamos siquiera la justicia del que no se complace en la muerte del pecador, sino en que se convierta y viva. Descartamos la explicación que viene del libro de la Sabiduría:

Te compadeces de todos, porque todo lo puedes; cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan.

De tal explicación se puede inferir quizás que quien condena precipitadamente solo delata su inseguridad y debilidad.

Por otro lado, los pobres que se sienten seguros y fuertes en su Padre celestial no pueden sino ser compasivos como él es compasivo. Teniendo entrañas de misericordia, se convierten ellos en nueva creación. Ya no son cristianos en pintura, por citar a san Vicente de Paúl, modelo de conversión y renovación, quien dice además que los sin compasión carecen de humanidad y son peores que las bestias (SV.ES XI:561).

Los así convertidos se comportan conforme a la novedad de Jesús. Andan adelante, resueltos a no pecar más, a no mirar hacia el pasado, sea éste glorioso o vergonzoso, sino hacia algo nuevo que ya ha brotado. Hacen suyo el estilo de vida del que todo lo ha puesto boca abajo con su Sermón de la Montaña.

Viven dicho sermón, por eso, así como el Padre los perdona, así también perdonan ellos a cuantos los ofenden. Perdonan incluso a sus enemigos, excusándoles a los que no saben lo que hacen.

Son constantes en la fracción del pan, el «nuevo rito» al que cede el «viejo rito» su puesto.

Señor Jesús, danos tu misericordia entrañable que nos haga olvidar lo que queda atrás para lanzarnos hacia lo que está por delante.

13 de marzo de 2016
Domingo 5º de Cuaresma (C)
Is 43, 16-21; Fil 3, 8-14; Jn 8, 1-11

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