La Familia Vicenciana está formada por muchos y diversos movimientos y personas. Las personalidades y espiritualidad de san Vicente, santa Luisa, santa Isabel Seton, el beato Federico, y muchos otros, tienen tantas facetas que es difícil abarcarlas en su globalidad. Tendemos a fijarnos en una de estas facetas, que son como la cara de un mismo prisma que nos reúne y congrega a todos.
Trabajar colaborativamente conlleva dedicar tiempo a conocer al otro, a adaptarse a la tarea común, y a ejercitar muchas veces la renuncia a estar en nuestra “área de confort”. Sin embargo, es indudable que la recompensa merece el esfuerzo. Trabajar colaborativamente hace que nuestras metas se alcancen con más eficiencia. La colaboración nos da acceso a ideas, recursos y contactos que, de otra manera, no tendríamos. Pero, además de compartir riesgos y mejorar nuestra propia eficacia, podemos ayudar a otros a alcanzar sus metas, además de las comunes que nos proponemos.
Nuestros compañeros en el viaje de la colaboración, nos inspiran, nos hacen ver paisajes que, de otra manera, quizás pasasen inadvertidos:
- Tratar con laicos nos hace vivir el carisma desde una experiencia más cercana a los problemas de la calle, la familia, el trabajo, la lucha por vivir el día a día;
- Tratar con consagrados nos hace admirar el esfuerzo en la entrega total y sin reservas.
- Tratar con jóvenes nos hace conscientes de las muchas dificultades y luchas que supone ser un Vicenciano adolescente o joven en nuestros días;
- Tratar con los movimientos más dedicados a la promoción de los pobres, la lucha contra la injusticia y el cambio sistémico, nos impulsa a vivir un carisma fuertemente enraizado en el evangelio como Buena Noticia para todos, pero sobre todo para los despreciados por el mundo.
- Tratar con movimientos marianos nos recuerda que la Virgen María, a quien nosotros veneramos bajo la advocación de Milagrosa, fue servidora de los humildes e intercesora de los necesitados, un vivo ejemplo de lo que un buen vicenciano ha de ser también.
- Tratar con movimientos misioneros nos recuerda que “nuestra casa es el mundo”, y que hay mucho más allá de los bordes de nuestro hogar, población, movimiento, ciudad…
- Tratar con las ramas que predican el Evangelio nos recuerda que no somos ajenos al anuncio de la Buena Noticia de Jesucristo; que los medios de comunicación social son un altavoz en donde los Vicencianos han de hacerse presentes; que Internet y las Redes Sociales son recursos que hay que usar para formar, servir y concienciar a todos de la necesidad de vivir un Evangelio vivo y actual.
Ciertamente, como antes comentaba, esto puede provocarnos cierta inseguridad, una salida de nuestro “área de confort”. Recordemos, entonces, las palabras del Papa Francisco: somos una Iglesia en salida, de puertas abiertas, una tienda de campaña… somos una Familia Vicenciana en salida, dispuesta a asumir retos, dispuesta incluso a equivocarse. Nuestro referente común es Jesucristo, evangelizador de los pobres. Nuestro reto, el dar un testimonio afectivo y efectivo del amor de Dios, manifestado en Jesucristo, a través de la acción del Espíritu Santo, para seguir trabajando por el reinado de Dios, un Reino de justicia y paz, en donde los últimos serán los primeros… y viceversa.
Para la reflexión y el diálogo:
- ¿Me inspiro en la riqueza espiritual y de acción de mis hermanos vicencianos?
- ¿Estoy dispuesto a asumir riesgos en el trabajo colaborativo con el resto de la Familia Vicenciana, o prefiero mantenerme en mi área de confort, en el trabajo que ya tengo estructurado y asentado?
- ¿Doy importancia a los medios de comunicación? ¿Los uso para promover la paz y la justicia?
- ¿Cómo es la presencia en Internet de mi grupo local o rama vicenciana? ¿Están los contenidos actualizados? ¿Doy suficiente información sobre lo que se hace y lo que debería hacerse, sobre nuestro carisma vicenciano? ¿Denuncio en ellas las injusticias que vivimos a nuestro alrededor?
Javier F. Chento
@javierchento
JavierChento
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