En la última edición del Servicette de las Damas de la Caridad de Estados Unidos incluye un maravilloso artíco sobre la colaboración vicenciana, escrito por su presidenta, Mary Ann Dantuono:
En mayo, el P. G. Gregory Gay, Superior General de la Congregación de la Misión, invitó a todos los miembros de la Familia Vicenciana en el mundo a celebrar un «Año de la colaboración» desde la Fiesta de Pentecostés del 24 de mayo de 2015, hasta la fiesta de Pentecostés del 15 de mayo de 2016. Nuestro lema es «Juntos en Cristo, nosotros Vicencianos hacemos la diferencia». Se nos anima a orar, reflexionar, aprender y servir como una sola familia.
¿Qué es la colaboración? El obispo Joseph Sullivan, anterior Enlace Episcopal para las Damas de la Caridad y líder de las Caridades Católicas de Estados Unidos y la Diócesis de Brooklyn, era conocido por haber dicho, en broma: «la colaboración consiste en actos antinaturales entre adultos que consienten». Humorístico, pero en el fondo hay un elemento de verdad. El diccionario ofrece dos definiciones de colaboración: en primer lugar, trabajar unos con otros; cooperar, como en una obra literaria; la segunda, cooperar, por lo general de buen grado, con una nación enemiga, sobre todo con un enemigo que ocupa el país propio. La palabra, que escuchamos con frecuencia en esta familia, es una antilogía. Centrándonos en la primera definición, más positiva, quizás aún tendamos a involucrarnos en la colaboración con un cierto grado de reticencia. Por un lado, colaboramos de buena gana, sabiendo que tenemos que unir nuestros recursos para combatir la pobreza en estos tiempos complejos; pero, por otro lado, podemos cuestionar el «yo» en esta relación de «nosotros».
Los elementos de la colaboración son claves para entender lo que se nos pide en este año especial. En primer lugar, con el fin de colaborar, tenemos que crear o construir relaciones entre los colaboradores. En segundo lugar, nuestros colaboradores deben valorar y compartir nuestra misión de aliviar la pobreza, con una especial preocupación por la protección de la dignidad humana y nuestra «casa común», el fortalecimiento de la familia, centrándose en una mayor participación de los marginados en la sociedad. En tercer lugar, tenemos que profundizar en nuestra espiritualidad vicenciana y reforzar nuestra virtud de la humildad para que nuestro servicio no trate del «yo». Se trata de hacer la voluntad de Dios en beneficio de los «preferidos» de Dios. Nuestro objetivo debe ser, siempre, responder a la pregunta Vicentina: «¿qué hay que hacer?», cuando nos enfrentemos a la pobreza, la enfermedad y la opresión.
La Familia Vicenciana en América del Norte ha estado trabajando en la colaboración hacia el cambio sistémico. Las Damas de la Caridad de Estados Unidos han participado activamente en encuentros anuales de líderes de la Familia Vicenciana y en reuniones bienales sobre temas relacionados con el cambio sistémico, desde 2010. Ello ha hecho que mejore nuestro sentido de familia y el propósito que buscamos como tal.
La colaboración es necesaria para nosotras, como Damas de la Caridad. Nuestra historia se teje con colaboraciones con las Hijas de la Caridad y la Congregación de la Misión. En los Estados Unidos, hoy en día, colaboramos con las Hijas de la Caridad, la Congregación de la Misión, la Sociedad de San Vicente de Paúl, las agencias de Caridades Católicas y muchas otras organizaciones, con el fin de crear proyectos o programas para los pobres. Nuestra vocación es a dar lo mejor de nosotras mismas en el servicio a los pobres.
En este año de colaboración, como una familia, les animo a extender la mano y construir relaciones con los miembros de la Familia Vicenciana en el área geográfica donde vivan. Tenemos muchas ramas, todas trabajando en la misma misión fundamental. Creemos oportunidades de conocernos, de aprender los unos de los otros, de nuestras historias, de nuestro servicio y nuestro futuro esperanzador. Busquemos oportunidades para trabajar juntos, apoyando a la misión vicenciana. Celebremos nuestra misión común. En palabras de Santa Luisa de Marillac: «amémonos unos a otros, pues todos somos de Él». Seamos una familia que es un faro mostrando el amor y la misericordia de Dios, y así nos buscarán y se unirán a nosotros, por nuestra espiritualidad y nuestra misión de amar «con la fuerza de nuestros brazos y el sudor de nuestra frente». A través de la colaboración podemos crear un futuro sostenible para nuestras organizaciones y, juntos en Cristo, nosotros los Vicencianos, hacer la diferencia. Podemos trabajar de manera diferente gracias a esta celebración de la colaboración, pero será una continuación de la misión especial que comenzó hace casi 400 años.
Traducción: Javier F. Chento
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