Éxodo 19, 3-8: Seréis para mí un reino de sacerdotes, una nación consagrada
Salmo 95, 1-7: Nosotros el pueblo que apacienta, el rebaño que él guía
1 Pedro 2, 9-10: Los que antes erais ‘no pueblo’, sois ahora pueblo de Dios
Mateo 12, 46-50: Todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y mi hermana, y mi madre
Tres puntos para la reflexión
Juntos, quienes invocamos el nombre del Señor estamos llamados a ser santos, “consagrados por Cristo Jesús” (1 Co 1, 2). En el Libro del Éxodo, esta asamblea del pueblo de Dios se describe como una preciada posesión, un reino de sacerdotes y una nación consagrada.
En 1Pedro se entiende nuestra pertenencia a la comunión de los santos como resultado de que Dios nos llama juntos a ser raza elegida, sacerdocio real, pueblo de su posesión. Junto a esta llamada está también el deber compartido de “proclamar las grandezas de quien nos llamó de las tinieblas a su luz maravillosa”.
En Mateo descubrimos que, como comunión de los santos, nuestra unidad en Jesús se debe extender más allá de nuestra familia, de nuestro clan o de nuestra clase, al rezar juntos por la unidad y buscar hacer la voluntad de Dios.
Preguntas
- ¿Qué significa para ti o para la tradición de tu Iglesia el término “comunión de los santos”?
- ¿En qué modo nuestra llamada a ser una «nación consagrada» nos obliga a ir más allá de nuestro contexto cristiano más próximo?
Oración
Dios misericordioso, unidos a todos los que invocan el nombre del Señor, en nuestra desunión oímos tu llamada a ser santos. Sin embargo, has hecho de nosotros una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada. Por el poder de tu Espíritu Santo, reúnenos en la comunión de los santos y fortalécenos para hacer tu voluntad y proclamar las grandezas de Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
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