San Vicente enseña que servir a los pobres con amor y humildad, haciendo todo lo posible, es más importante que los resultados medibles, que son los criterios típicos del éxito mundano. Aunque nuestros esfuerzos puedan parecer pequeños o insuficientes, son significativos cuando están arraigados en el amor, que nunca se agota y a través del cual actúa Dios.
