«Aquí tenemos más problemas que nunca».

Estas palabras podrían pronunciarse fácilmente hoy día, ¿no es cierto? Pero estas palabras no fueron pronunciadas en las noticias esta mañana, sino que fueron escritas en una carta de san Vicente de Paúl en 1652 a uno de sus sacerdotes. San Vicente tenía 72 años. [1]

El contexto: París estaba en guerra civil. La pobreza era implacable y muchos «campesinos», como los llamaba Vicente, buscaban refugio.

¿Qué hizo Vicente?

Vicente hizo, como siempre hizo y como han hecho generaciones de vicencianos de generación en generación, responder a esa pregunta vicentina: «¿Qué hay que hacer?».

Vicente respondió llevando a cabo programas de ayuda masiva en colaboración con otras personas de buen corazón que sintieron el impulso en su corazón de hacer algo.

En otra carta, refiriéndose a los diversos proyectos espirituales y caritativos que proporcionaron cuidados a miles de necesitados, escribe: «así es como Dios elige que participemos en tantos proyectos santos».

En las Naciones Unidas, la Familia Vicenciana está bien representada para responder en el escenario global, donde también nosotros podemos decir: «tenemos más problemas que nunca» [2]

El aumento de las tensiones, la violencia y los traumas en Oriente Medio, la guerra en Ucrania y los conflictos armados en más de 110 países, el creciente número de personas sin hogar y de inmigrantes, el aumento de la temperatura de nuestro planeta y el continuo incremento de las injusticias que sufren las mujeres y las niñas, entre otros grupos marginados… esta lista podría seguir y seguir.

Nosotros también debemos preguntarnos: «¿Qué hay que hacer?».

Hace poco me hice esta pregunta al ser testigo, a sólo unas manzanas de las Naciones Unidas, del aumento de mujeres y niños que llaman hogar a las calles de Nueva York. Después de casi dos décadas formando a estudiantes universitarios sobre cómo servir a los desfavorecidos en nuestro propio entorno, muy rara vez veía mujeres, y desde luego no niños, cuando llevábamos comida y ropa a altas horas de la noche a los fríos y oscuros rincones de Manhattan.

La mayoría de las cuestiones de justicia se entrecruzan, y aunque el tema de las personas sin hogar está teniendo su momento en las Naciones Unidas, donde se pide un enfoque de «casa primero», una mejor recopilación de datos y el reconocimiento de las complejidades y formas de la falta de vivienda, esto no ayuda a la persona y a la familia que pronto experimentará un duro invierno, que carece de agua y cobijo, y que teme por su seguridad. El ritmo de un sistema global y político no se corresponde con la urgencia de quienes se enfrentan a la persecución, la marginación y la constante falta de derechos humanos.

Encuentro esperanza, no sólo en nuestra Familia Vicenciana, sino en el poder de los carismas. En las Naciones Unidas, a la Familia Vicenciana se unen más de 50 congregaciones religiosas católicas, y muchos más miembros religiosos y no religiosos que representan a la sociedad civil. Estas comunidades, como nosotros, tienen equipos sobre el terreno que ofrecen ministerios de base para responder con caridad y defensa. La unión hace la fuerza. Debemos aferrarnos a la esperanza allí donde la encontremos.

Como le ocurrió a Vicente hace siglos, cuando también él se sintió abrumado por los problemas que le rodeaban, recurrió a la oración y luego a la acción. Por eso, hay que recurrir nuevamente a la oración, para seguir informando y guiando su cuidado por y con el prójimo necesitado.

Este es otro momento para nuestro carisma, en torno a las mesas de las Naciones Unidas, y en las esquinas de las calles y carreteras de nuestra comunidad. Que Dios nos siga bendiciendo y fortaleciendo en estos «santos proyectos».

[1] https://vfhomelessalliance.org/wp-content/uploads/2018/06/St.-Vincent-and-the-Homeless_ENG.pdf

[2] https://vfhomelessalliance.org/wp-content/uploads/2018/06/St.-Vincent-and-the-Homeless_ENG.pdf