«El día de la conversión de san Pablo, que es el 25, esta señora me pidió —dijo el padre Vicente— que tuviera un sermón en la iglesia de Folleville para exhortar a sus habitantes a la confesión general. Así lo hice: les hablé de su importancia y utilidad, y luego les enseñé la manera de hacerlo debidamente. Y Dios tuvo tanto aprecio de la confianza y de la buena fe de aquella señora (pues el gran número y la enormidad de mis pecados hubieran impedido el fruto de aquella acción), que bendijo mis palabras y todas aquellas gentes se vieron tan tocadas de Dios que acudieron a hacer su confesión general […] Aquel fue el primer sermón de la Misión y el éxito que Dios le dio el día de la conversión de san Pablo: Dios hizo esto». (XI, 700; cfr. XI, 94).
Vicente de Paúl
Reflexión:
- Lo relatado por Vicente ocurre en una pequeña población francesa: Folleville. Será un asunto que, por lo vemos, nos ocupará durante el año 2017, en el que se cumplen cuatrocientos años.
- Grande es la dependencia providencial que tiene el Sr. Vicente del Dios de Jesucristo. Dicho lo cual, tendremos que convenir que este providencialismo se despliega a través de personas de carne y hueso. En este caso la “enviada” no es otra que Margarita de Silly, esposa del Sr. Gondi y máxima protectora de las iniciativas del Sr. Vicente. Y está, como aquí se afirma, desde el primer momento. Más incluso: es la promotora de la idea. Diríamos que la intuición primera fue de Margarita. El Sr. Vicente, uno de los varios clérigos a su servicio, no es sino el obediente servidor de quien le paga.
- Conocemos, no voy a detenerme, el motivo que tiene la Sra. De Gondi para pedir al sr. Vicente un “buen” sermón “para exhortar a sus habitantes a la confesión general”. Lo que se estilaba (y se prorrogó durante siglos) era un sermón de “remoción”, es decir, un discursito que llegase al corazón. Y aquí aparece la formación del Sr. Vicente. Porque, a pesar de sus siempre utilizadas expresiones depreciativas de sus competencias, el sr. Vicente era una persona excelentemente formada para lo que se llevaba en su tiempo. El esquema que utiliza es digno de la más moderna de las escuelas pedagógicas actuales: importancia del asunto, utilidad del mismo y procedimiento para lograrlo.
- “Aquel fue el primer sermón de la Misión”. Si lo dice el sr. Vicente, será así. Debemos, no obstante, matizar la expresión por cuanto es afirmada años después y cuando ya la “obra” estaba asentada. En otras palabras: estamos ante el Vicente carismático o interpretativo que no duda, para convencer al auditorio, no sólo de proclamarse incapacitado para la obra (“número y enormidad de mis pecados”) sino de poner en manos de Dios el éxito de la empresa (“Dios hizo esto…”). Un excelente recurso derivado no sólo de la fe sino, también, de la propia inteligencia del sr. Vicente. ¿Sencillez? Sí; pero, con la misma intensidad, ¡astucia!…
- Del Vicente histórico al carismático. Es muy posible que el estudio y la reflexión sobre el sr. Vicente o san Vicente esté agotada. Así lo afirma alguno de sus mejores conocedores que, sin definirlo, ha dado con una de las claves interpretativas de su personalidad cuando titula su “Biografía” con un “Del sr. Vicente a san Vicente”. Y no se trata, es lo que pienso, de estudiar dos realidades (piense el lector en el obsoleto debate entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe) sino en afirmar que para llegar a la esencia vicenciana debemos partir del Vicente histórico si queremos llegar al Vicente carismático.
Cuestiones para el diálogo:
- ¿Cuál es tu conocimiento del Vicente histórico?
- ¿Aplicamos en nuestras reflexiones o sermones el método de san Vicente?
- ¿Cuidamos las mediaciones de Dios en nuestras obras y ministerios?
- ¿Estamos atentos a las voces humanas que nos hablan desde Dios y la Historia?
Mitxel Olabuenaga, C.M.
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