Aunque nos separa más de un milenio de la misión evangelizadora de los santos Cirilo y Metodio, y dos siglos de la Madre Seton, su planteamiento de la evangelización es un modelo para la Iglesia de hoy.

Entre los títulos de las encíclicas de San Juan Pablo II hay muchos temas de gran alcance: Fe y Razón, Esplendor de la Verdad, El Evangelio de la Vida. Pero hay uno que parece un poco fuera de lugar: Los Apóstoles de los Eslavos.

Cuenta la historia de los santos que la Iglesia celebra el 14 de febrero: dos hermanos que evangelizaron Europa del Este y Rusia —los santos Cirilo y Metodio— y puede parecer que el Pontífice sólo elevó el documento a la categoría de encíclica, junto con los demás, porque era polaco.

Pero la lectura de la encíclica revela algo más: El Santo Padre consideraba a Cirilo y Metodio santos patronos de todos los que evangelizan en tierra hostil, y su ejemplo se aplica a todos, desde Isabel Ana Seton, que evangelizó la América protestante, hasta cada uno de nosotros, que vivimos en la era de la Nueva Evangelización. He aquí lo que sus vidas pueden enseñarnos…

En primer lugar: para evangelizar, tienes que salir de tu zona de confort

Cirilo (826-869) y Metodio (815-885) vivían en un idílico monasterio en el monte Olimpo, en la actual Turquía, donde estudiaban y rezaban. Pero cierto día un príncipe pidió misioneros cristianos y Cirilo y Metodio recibieron el encargo. «Para ellos, esta tarea significaba abandonar no sólo un puesto de honor, sino también la vida contemplativa», escribe san Juan Pablo II.

Significaba dejar en la cima de su montaña a un grupo muy culto y de ideas afines y marcharse a vivir con los bárbaros eslavos, que practicaban una religión pagana atroz.

En otras palabras, para evangelizar con eficacia, tenían que abandonar su zona de confort. Lo mismo hizo Isabel Ana Seton.

Cuando era una joven casada, Isabel vivía en el distrito financiero de Nueva York, con sus calles empedradas y sus lugares de ocio en cada esquina. Más tarde, cuando dejó atrás su vida para cuidar de su marido en el viaje que la llevó a la conversión, tuvo que evitar pensar en los «placeres del pasado», decía. «Podía llorar como una niña al pensar en ellos, pero estaba decidida a afrontar el futuro».

Cada uno de nosotros sólo triunfamos para Jesucristo en la medida en que somos capaces de interrumpir nuestras queridas rutinas por el bien de los demás.

En segundo lugar: hay que acoger totalmente la vida de los demás.

San Juan Pablo dijo de Cirilo y Metodio: «quisieron hacerse semejantes en todo a los que llevaban el evangelio; quisieron ser parte de aquellos pueblos y compartir en todo su suerte», incluso cuando eso significaba adoptar costumbres primitivas.

Santa Isabel Ana también fue partidaria de abrirse a las costumbres de los demás para avanzar en el espíritu. Esta flexibilidad le permitió, siendo episcopaliana y neoyorquina, aprender de los italianos cuando visitó su país, una experiencia que la llevó a entrar en la Iglesia católica. En años posteriores, cuando su hijo Guillermo fue a Italia, ella le dijo que no debía «ceder a los prejuicios nacionales, sino aceptar muchas costumbres y maneras que verás».

Cuando Isabel acogía a niños para enseñarles, los abrazaba de la forma más plena imaginable: como al propio Cristo. «Honrad a la Sagrada infancia de Jesús en los jóvenes», instruía la regla de vida religiosa que ella eligió.

«A las personas no les importa cuánto sabes, hasta que saben cuánto te importan», dice el refrán. Esto es especialmente cierto en la evangelización.

En tercer lugar: tienes que hablar la lengua de aquellos a quienes sirves.

Juan Pablo II cuenta que a los eslavos ya les habían predicado el Evangelio, infructuosamente. «Han llegado hasta nosotros numerosos maestros cristianos de Italia, de Grecia y de Alemania, que nos instruyen de diversas maneras —se quejaban—. Pero nosotros los eslavos… no tenemos a nadie que nos guíe a la verdad y nos instruya de un modo comprensible».

Los santos Cirilo y Metodio no sólo aprendieron la lengua de los eslavos, sino que inventaron sus primeras formas escritas, creando el alfabeto cirílico, y tradujeron a él la Biblia y las liturgias católicas.

Por su parte, cuando fundó su escuela, santa Isabel Ana era conocida por su sensibilidad hacia las peculiaridades de sus alumnas e insistía en que las hermanas estaban «obligadas a amar, instruir y procurar la felicidad» de «muchos niños de diferentes disposiciones.»

En la Nueva Evangelización, no podemos esperar que los demás aprendan nuestro lenguaje de conceptos filosóficos y teológicos, sino que tenemos que abrazar el lenguaje de aquellos a los que queremos llegar.

En cuarto lugar: para evangelizar de verdad hay que ser fiel a la Iglesia.

«Para defender su legitimidad y demostrar su bondad, san Metodio no dudó, primero con su hermano y luego solo, en acoger dócilmente las invitaciones a ir a Roma», dice el papa Juan Pablo II. Habían creado muchas cosas que requerían la revisión de las autoridades eclesiásticas, como sus innovadoras liturgias y escrituras en lengua vernácula.

Isabel también sometió sus planes y propuestas a la Iglesia, a través del obispo John Carroll, y fue fiel a las superioras de la nueva comunidad que fundó, las Hermanas de la Caridad de San José, incluso cuando tuvo que expresar su desaprobación personal a sus decisiones.

Este es un rasgo distintivo de la evangelización, desde san Pablo hasta nuestros días: los católicos se someten a Pedro y a los sucesores de los Apóstoles, los obispos. Esto puede ir a veces en contra de nuestros planes, pero garantiza que estamos trabajando por la voluntad de Dios, y no por la nuestra.

En quinto y último lugar: para evangelizar en un lugar nuevo hay que ser innovador.

Los santos Cirilo y Metodio, «se preocuparon por conocer bien el mundo interior de aquellos a los que tenían intención de anunciar la Palabra de Dios con imágenes y conceptos que les resultaran familiares. Injertar correctamente las nociones de la Biblia y los conceptos de la teología griega en un con texto de experiencias históricas y de formas de pensar muy distintas, les pareció una condición indispensable para el éxito de su actividad misionera —escribió san Juan Pablo II—. Se trataba de un nuevo método de catequesis».

Santa Isabel Ana Seton fue también una innovadora, demostrando estar dispuesta y ser capaz de aplicar los conceptos franceses de la regla de las Hijas de la Caridad a las realidades de los nuevos Estados Unidos de América.

Las innovaciones educativas de la Madre Seton han sido objeto de estudio a lo largo de los años. En 1810, acogió a los primeros alumnos en una escuela gratuita que ayudaría a inspirar el sistema de escuelas parroquiales. En 1812 influyó en el ajuste de las reglas de su congregación para hacer hincapié en la educación de las niñas. En 1820, Isabel propuso utilizar el modelo lancasteriano de educación, el más raro de los dos modelos de educación existentes en Inglaterra, aunque su propuesta fue rechazada.

Tenemos mucho que aprender de Cirilo y Metodio.

Que ellos velen por la Nueva Evangelización para que, como santa Isabel Ana Seton, hagamos todo lo necesario para llegar a la gente de nuestro tiempo y lugar con el mensaje salvador del Evangelio.

TOM HOOPES, autor de The Rosary of Saint John Paul II [El Rosario de San Juan Pablo II], es escritor residente en el Benedictine College de Kansas, donde imparte clases. Antiguo reportero en el área de Washington, D.C., fue secretario de prensa del Presidente del Comité de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos y pasó 10 años como editor del periódico «National Catholic Register» y de la revista «Faith & Family». Su trabajo aparece con frecuencia en el «Register», «Aleteia» y «Catholic Digest». Vive en Atchison, Kansas, con su esposa, April, y tiene nueve hijos.

Fuente: https://setonshrine.org/