El día de San Valentín y el amor que nunca falla

por | Feb 14, 2023 | Formación, Reflexiones | 0 comentarios

El amor entre los esposos es un reflejo del amor imperecedcero de Dios por cada uno de nosotros. Pocos ejemplos de ese amor son más conmovedores que los tiernos cuidados que Isabel Ana Seton dispensó a Guillermo, su esposo moribundo, durante la larga cuarentena que pasaron en un húmedo lazareto tras su viaje a Italia.

En un mes plagado de corazones, flores rosas y demasiados adornos con volantes, mi mente ha estado menos pendiente del tipo de amor de las fiestas de las películas románticas, y más en la historia de amor que se ha estado desarrollando justo delante de mí.

Mis padres, casados desde hace más de 56 años, siempre han sido un referente para el tipo de historia de amor que yo quería vivir. Cuando eran jóvenes siempre eran el alma de la fiesta, los primeros en la pista de baile y los últimos en salir. Su entusiasmo por la vida y por los demás era contagioso. Ahora, en su vejez, nos muestran a nosotros —sus cinco hijos y nuestros cónyuges— un nuevo modelo de amor.

Los zapatos de baile de mis padres han sido sustituidos por un andador y muchas medicaciones, mientras mamá lucha contra la rápida progresión de su enfermedad de Parkinson. Papá acude rápidamente a su lado cuando mamá lo necesita. Pero a medida que su salud se complica cada vez más, los hijos aprendemos tanto de los actos de amor que nuestros padres se profesan mutuamente como de las lecciones de romanticismo que nos han enseñado a lo largo de los años. A mamá no le resulta fácil humillarse para permitir que la ayuden, así que hay tanto amor de su parte en permitir que la atiendan como lo hay en el tierno servicio que le presta papá.

El suyo es el romance que me vino a la mente cuando nuestra segunda lectura en la misa de principios de febrero proclamó las conmovedoras palabras de 1 Corintios 13 que tan a menudo oímos en las bodas:

El amor es paciente, es servicial;
el amor no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe; es decoroso;
no busca su interés; no se irrita;
no toma en cuenta el mal;
no se alegra de la injusticia;
se alegra con la verdad.
Todo lo excusa. Todo lo cree.
Todo lo espera. Todo lo soporta.

El amor nunca falla.

En muchos sentidos, el amor de mis padres es un reflejo de este hermoso pasaje, que contrasta con ese sentimiento aparentemente egoísta de «Sé mío» que se encuentra en los pequeños caramelos rosas con forma de corazón que están por todas partes ahora mismo. San Pablo describe un amor creador, que busca construir, servir y acompañar a nuestros seres queridos, en lugar de poseerlos y hacerlos nuestros. Con demasiada frecuencia, en mis propias relaciones, «Sé mío» ha significado esperar que aquellos a quienes amo se conviertan en mi idea de lo que deberían ser, en lugar de amarlos tal como Dios los hizo.

Al acompañar a mis padres en sus dificultades, he encontrado consuelo analizando un capítulo de la vida de santa Isabel Ana Seton que refleja esta fase que mis padres están atravesando. En su libro sobre la vida de santa Isabel Ana, la biógrafa Anne Merwin nos ofrece un atisbo del lazareto, el húmedo edificio de ladrillo donde los Seton fueron puestos en cuarentena tras su viaje de Nueva York a Livorno (Italia). Isabel y Guillermo esperaban una convalecencia hospitalaria con amigos de la familia en un clima más cálido. En lugar de ello, se encontraron secuestrados en condiciones frías, hacinados y casi completamente aislados, mientras la salud de Guillermo empeoraba.

Pero en lugar de quejarse de las circunstancias, la correspondencia y las anotaciones del diario de Isabel de aquella época indican que convirtió su celda en una especie de capilla, ya que atendía a Guillermo y rezaba con él y por él a medida que su salud se deterioraba. Describiendo el estado de su marido y su profundo deseo de aliviar su dolor, santa Isabel Ana escribió:

«Piensa en mi marido, que lo dejó todo para buscar un clima más suave, confinado en este lugar de paredes altas y húmedas, expuesto al frío y al viento que penetra hasta los mismos huesos… Nada más que un poco de jarabe… leche… té amargo, y píldoras de opio que toma tranquilamente como un deber sin que parezca siquiera tener esperanza, es todo lo que puedo ofrecerle de día en día. Cuando… ya no puedo levantar la vista con alegría, escondo la cabeza en la silla junto a su cama y él cree que estoy rezando, y rezo, porque la oración es todo mi consuelo, sin el cual yo le serviría de poco».

Este capítulo de la vida de la pareja no culminó en una curación milagrosa y un final feliz. Sin embargo, fue durante este último acto de su conmovedora historia de amor cuando Guillermo Seton afianzó su relación con Jesucristo, e Isabel Ana Seton sentó algunas de las bases más importantes de su propio camino hacia la santidad.

Aunque es muy agradable detenerse en celebraciones como el Día de San Valentín para expresar explícitamente el amor a nuestros seres queridos, también es importante reconocer esos tiernos actos de amor ofrecidos de forma oculta: el ceño fruncido, el cuidado suave y, quizás sobre todo, las oraciones susurradas que sólo conoce la Fuente y la Cumbre de todo amor verdadero. Anne Merwin capta perfectamente este sentimiento cuando escribe: «Puede que Isabel no salvara la vida física de Guillermo yendo a Italia, pero en el lazareto, ella y su marido trabajaron juntos para asegurar la supervivencia de su alma. Fueron bendecidos con la alegría».

Con estas lecciones, y las de mis padres, clavadas en mi corazón, este año celebraré San Valentín desde un punto de vista ligeramente distinto. Sus vidas nos recuerdan que el amor de Dios nos abraza en cualquier circunstancia en la que nos encontremos.

«Sé mío» es lo que Dios nos invita a hacer cada día de nuestras vidas: Sé mío y sabe que nunca estarás solo. Sé mío y sabe que nunca te abandonaré. Sé mío y confía en que te amo incondicionalmente. Sé mío.

En los momentos en que nos sintamos tentados a inquietarnos o a perder la esperanza, recordemos siempre, como hizo Santa Isabel Ana Seton, las palabras de san Pablo: El amor nunca falla.

LISA M. HENDEY es fundadora de CatholicMom.com, conferenciante internacional galardonada, presentadora del podcast semanal «Lisa Hendey & Friends» y autora de varios libros para adultos y niños, entre ellos «I Am God’s Storyteller«. Descubra su obra en www.LisaHendey.com y conéctese con ella en las redes sociales @LisaHendey.

Fuente: https://setonshrine.org/

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