«Dime con quién andas y te diré quién eres». Estas palabras no son sino ecos de otras pronunciadas más de 400 años antes de Cristo.
Ciertamente ofrecen una percepción de Jesús.
Sugiero que también son válidas para aquellos por los que rezamos y sobre lo que rezamos.
En esta reflexión sugiero una manera de comprender al papa Francisco a través de su oración.
La relación del papa Francisco con la Virgen María
El mundo supo rápidamente que el recién elegido papa Francisco consideraba a María su amiga y madre.
Doce horas después de su elección como papa Francisco, hizo una discreta visita a la Basílica de Santa María la Mayor para venerar el famoso icono de Nuestra Señora conocida como Salus Populi Romani (protectora del pueblo romano). Depositó un pequeño ramo de flores ante el icono y cantó el Salve Regina. El cardenal Abril y Castelló, arcipreste de Santa María la Mayor, explicó el motivo de la veneración del Santo Padre:
«[El papa] decidió visitar la basílica, no sólo para dar gracias a la Santísima Virgen, sino —como me dijo el propio papa Francisco— para confiarle su pontificado, para ponerlo a sus pies. Siendo profundamente devoto de María, el papa Francisco vino aquí para pedirle ayuda y protección«.
Las personas por las que reza el papa Francisco
En la siguiente oración en la fiesta de la Inmaculada Concepción nos dice por quién reza y qué valora:
Oh María, nuestra Madre Inmaculada,
en el día de tu fiesta vengo a ti, y no vengo solo:
Traigo conmigo a todos aquellos que tu Hijo me ha confiado,
en esta ciudad de Roma y en el mundo entero,
para que tú los bendigas y los salves de los peligros.Te traigo, Madre, a los niños,
especialmente aquellos solos, abandonados,
que por ese motivo son engañados y explotados.Te traigo, Madre, a las familias,
que llevan adelante la vida y la sociedad
con su compromiso cotidiano y escondido;
en modo particular a las familias que tienen más dificultades
por tantos problemas internos y externos.Te traigo, Madre, a todos los trabajadores, hombres y mujeres,
y te encomiendo especialmente a quien, por necesidad,
se esfuerza por desempeñar un trabajo indigno
y a quien el trabajo lo ha perdido o no puede encontrarlo.Necesitamos tu mirada inmaculada,
para recuperar la capacidad de mirar a las personas y cosas
con respeto y reconocimiento
sin intereses egoístas o hipocresías.Necesitamos de tu corazón inmaculado,
para amar en modo gratuito
sin segundos fines, sino buscando el bien del otro,
con sencillez y sinceridad, renunciando a máscaras y maquillajes.Necesitamos tus manos inmaculadas,
para acariciar con ternura,
para tocar la carne de Jesús
en los hermanos pobres, enfermos, despreciados,
para levantar a los que se han caído y sostener a quien vacila.Necesitamos de tus pies inmaculados,
para ir al encuentro de quienes no saben dar el primer paso,
para caminar por los senderos de quien se ha perdido,
para ir a encontrar a las personas solas.Te agradecemos, oh Madre, porque al mostrarte a nosotros libre de toda mancha de pecado,
nos recuerdas que ante todo está la gracia de Dios,
está el amor de Jesucristo que dio su vida por nosotros,
está la fortaleza del Espíritu Santo que hace nuevas todas las cosas.
Haz que no cedamos al desánimo,
sino que, confiando en tu ayuda constante,
trabajemos duro para renovarnos a nosotros mismos,
a esta ciudad y al mundo entero.¡Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios!
Publicado originalmente en Vincentian Mindwalk
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