Este artículo fue escrito por NICHOLAS ELBERS y publicado por The B.C. Catholic.
El cuento del niño que devuelve la estrella de mar al océano porque «para ésta sí que tiene sentido» es el tipo de crecimiento orgánico que Bob Buckham espera ver cuando atiende a los sin techo del Downtown Eastside de Vancouver.
El coordinador de servicio y justicia de la archidiócesis de Vancouver, junto con la coordinadora adjunta Angela Veters, hablaron en una velada para establecer contactos patrocinada por la archidiócesis para ayudar a poner en contacto a las personas y organizaciones implicadas en la actividad caritativa entre las poblaciones más necesitadas de Vancouver.
«¿Cómo podemos ayudarles?» preguntó Buckham a los delegados de la docena de organizaciones que asistieron al taller en el Centro Pastoral Juan Pablo II. «¿Y cómo podéis ayudaros mutuamente?».
La reunión tenía por objeto ayudar a las organizaciones a crear una red que les permita compartir información para responder a los problemas que obstaculizan su éxito.
Entre las organizaciones, la mayoría de las cuales están afiliadas a la archidiócesis, estaban: Luke 15 House, un centro de rehabilitación para hombres; Sancta Maria House, una casa de recuperación para mujeres; Talitha Koum Society, que gestiona dos casas de recuperación para mujeres con adicciones; Agape Street Ministries; Good Shepherd Society street ministries; Catholic Street Missionaries, que ayuda a las mujeres que sufren explotación sexual; el Men’s Shelter, situado en el Hospital San Pablo; y Domestic Abuse Society.
También asistieron representantes de la Liga de Mujeres Católicas, de los Caballeros de Colón y de la Sociedad de San Vicente de Paúl, así como dos consultores de las Naciones Originarias en Canadá, Kevin Barlowd Clint Barton, cuya aportación, según Buckham, es importante por el gran número de aborígenes que hay entre los sin techo, debido a traumas generacionales y otros factores.
Al destacar los problemas de la actual infraestructura de atención, Barlow señaló que, a pesar del impacto que tienen las drogas y el alcohol en la comunidad aborigen, todavía no hay centros de adicción dirigidos por indígenas.
Resolver este problema sería un gran paso adelante, dijo Barlow, porque la cultura debe estar en el centro de cualquier solución para la crisis de la vivienda.
Depender de otros para la curación conduce a dos problemas, dijo. Debido a sus experiencias con los cristianos que administraron las escuelas residenciales, los aborígenes pueden ser aprensivos u hostiles a las organizaciones cristianas. Trabajar con organizaciones no aborígenes también aleja a los indígenas de su cultura. La naturaleza está en el centro de la cultura aborigen y debe integrarse en los programas de curación, dijo.
Las organizaciones que atienden a las víctimas de la prostitución y el tráfico sexual se enfrentan a retos comunes, como ponerse en contacto con las mujeres, cuando la COVID ha hecho que la mayor parte del trabajo sexual se realice en línea, lo que hace casi imposible que los ministerios de la calle lleguen a las mujeres por la noche.
La fundadora de Catholic Street Missionaries, Mildred Moy, dijo que los voluntarios ahora envían mensajes de texto a las mujeres a las que no pueden conocer en persona, pero que puede ser difícil acceder a sus números de teléfono.
Los participantes en la reunión también se mostraron preocupados por la creciente tendencia de los médicos a recetar opiáceos a las personas que se recuperan de la adicción a las drogas. «Cómo podemos llevar a cabo un programa basado en la abstinencia» si los médicos no ven nada malo en recetar opiáceos a las personas atendidas, dijo el director de Luke 15, Nigel Vincent. «No pueden hacer programas basados en la abstinencia si están esencialmente drogados [mediante opiáceos con receta]».
Un problema para casi todas las organizaciones es la falta de voluntarios. Incluso antes de la pandemia, las organizaciones tenían dificultades para atraer a los jóvenes para reemplazar su base de voluntarios envejecida. La COVID agravó la situación al desconectar a las organizaciones de sus voluntarios de más edad.
Muchos grupos afirman que sus voluntarios son incapaces de seguir el ritmo de las exigencias tecnológicas de la comunicación de la era COVID, como el Zoom, y simplemente se abandonan el trabajo voluntario. Los representantes de la Liga de Mujeres Católicas y de los Caballeros de Colón dijeron que esperan que su importante número de miembros pueda ayudar a las organizaciones que necesitan voluntarios.
Buckham dijo a los asistentes que la archidiócesis está trabajando en un programa para proporcionar posibles ayudantes a cualquier organización que necesite asistencia. La lista se inspiró en una iniciativa similar creada en la Parroquia de San José Obrero en Richmond por la feligresa Belinda Boyd. Ese programa ha atraído a 125 voluntarios que han aceptado ser contactados por teléfono o correo electrónico cuando la parroquia necesite ayuda.
Los asistentes también pudieron escuchar al Dr. Julian Somers, distinguido profesor de ciencias de la salud de la Universidad Simon Fraser, que insta a adoptar soluciones de «Vivienda Primero» para los sin techo, que se centran en proporcionar «una vivienda normal» como primera intervención para que los sin techo vuelvan a valerse por sí mismos.
Estos programas no sustituyen a los programas tradicionales de asesoramiento, recuperación y trabajo, sino que se centran en el fomento de la autoestima como medio de recuperación e integración en la comunidad.
Somers dijo que los políticos de la Columbia Británica han mostrado una gran resistencia a las iniciativas de «Vivienda Primero» porque no están dispuestos a admitir que es necesario corregir el rumbo. Sin embargo, cree que la investigación es clara: si se da a la gente una comunidad y un lugar para vivir en el que puedan sentirse orgullosos, tienen una buena oportunidad de recuperación.
Jenny Konkin, presidenta y cofundadora de Whole Way House, describió cómo el complejo de apartamentos de una sola habitación y bajos ingresos de su organización en Vancouver ofrece eventos y servicios centrados en la comunidad que ayudan a los residentes a sentirse conectados entre sí. Desde la puesta en marcha del programa, la organización ha observado una importante reducción de las llamadas al 911 y de los daños a la propiedad en los apartamentos.
Konkin dijo que las iniciativas de la organización centradas en la comunidad han sido especialmente útiles para los ancianos, cuyo número está creciendo entre las personas sin hogar. Dijo que las personas mayores que están conectadas entre sí pueden asumir el papel de consejeros y ayudantes de sus compañeros de residencia, ayudándose mutuamente a ir y venir de las citas, haciendo controles de salud y realizando cualquier otra tarea de la que solía encargarse el personal remunerado.
Muchos de los programas comunitarios están orientados a fomentar la capacidad de acción personal, es decir, el sentido de que los individuos tienen la capacidad de tomar decisiones y realizar acciones por sí mismos. Por ejemplo, los residentes pueden acceder a clases de cocina y de habilidades prácticas, así como beneficiarse de comidas regulares y actividades sociales.
Konkin dijo que ofrecer a los residentes un programa de actividades bien estructurado les ayuda a establecer conexiones duraderas entre ellos.
También comentó que una residente no conocía el nombre de su vecino hasta que el personal inició el programa «La comunidad primero». Ahora está rodeada de gente que conoce y que la conoce a ella.
Pensar a largo plazo, pensar a lo grande
La Archidiócesis de Vancouver ha empezado a considerar la posibilidad de construir y gestionar su propio proyecto de viviendas asequibles en el Downtown Eastside de Vancouver.
Sean Rodríguez, director de construcción y renovación de la propiedad de la archidiócesis, en una velada patrocinada por la archidiócesis en la que se reunieron organismos que atienden a los necesitados dijo que el debate en torno a ese proyecto está todavía en la fase de «sueño», pero que podría servir de modelo para una infraestructura mayor en el futuro.
Este proyecto de soluciones habitacionales imagina un edificio de 11 plantas con 105 unidades asequibles, así como espacios comerciales y otros servicios.
Rodríguez subrayó que pasarán años antes de que el plan pueda avanzar, pero que el proyecto ilustra cómo la archidiócesis busca maximizar la utilidad de sus activos y propiedades existentes al servicio de la misión de caridad de la Iglesia.
Rodríguez cree que la archidiócesis debe hacer algo más que renovar su infraestructura actual.
«Si tenemos una escuela y nos limitamos a reconstruir exactamente la misma escuela que tenemos, hemos errado el tiro», dijo Rodríguez a The B.C. Catholic.
Fuente: The B.C. Catholic
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