Nunca he pensado mucho en lo que implica cuando oigo o hago la pregunta: «¿No lo entiendes?»
A veces, con frustración, he dicho: «¿No lo entiendes? Después de todo, ¡era tan obvio para mí!
Otras veces, con una frustración quizá más profunda, he sentido: «¿No me entiendes (a mí)?».
Cuando pensé en ello, me di cuenta de que… «¡Es complicado!». Hay muchas formas y niveles de comprensión.
¿Qué estás haciendo?
En 1671, Christopher Wren supuestamente observó a tres albañiles en un andamio, uno agachado, otro medio de pie y otro de pie. Todos trabajaban muy duro y rápido. Les hizo a cada uno la misma pregunta: «¿Qué estás haciendo?». Cada uno respondió con precisión… pero de forma diferente. En el fondo de sus mentes, quizá pensaron: «¡No entiendes lo que ves!».
El primer albañil dijo: «Soy albañil. Estoy trabajando duro poniendo ladrillos para alimentar a mi familia».
El segundo albañil respondió: «Soy un constructor. Estoy construyendo un muro«.
Pero el tercer albañil, quizás con un brillo en los ojos, anunció: «Soy un constructor de catedrales. Estoy construyendo una gran catedral para el Todopoderoso«.
Para el primer albañil, la construcción del muro era un trabajo. Para el segundo albañil, era una ocupación. Para el tercer albañil, era una vocación.
Las tres respuestas eran verdaderas… Pero la tercera persona vio un panorama mucho más amplio.
Comprender el panorama más amplio
Pensé en esta historia centenaria al leer la explicación del Papa Francisco sobre el don pentecostal del espíritu de comprensión de Dios.
Pero comprender una situación en profundidad, como la entiende Dios, es el efecto de este don. Y Jesús quiso enviarnos al Espíritu Santo para que nosotros tengamos este don, para que todos nosotros podamos comprender las cosas como las comprende Dios, con la inteligencia de Dios.
Es un hermoso regalo que el Señor nos ha hecho a todos nosotros. Es el don con el cual el Espíritu Santo nos introduce en la intimidad con Dios y nos hace partícipes del designio de amor que Él tiene con nosotros.
El papa Francisco nos recuerda:
Jesús mismo dijo a sus discípulos: yo os enviaré al Espíritu Santo y Él os hará comprender todo lo que yo os he enseñado.
Comprender las enseñanzas de Jesús, comprender su Palabra, comprender el Evangelio, comprender la Palabra de Dios.
Uno puede leer el Evangelio y entender algo, pero si leemos el Evangelio con este don del Espíritu Santo podemos comprender la profundidad de las palabras de Dios.
El papa Francisco nos da un ejemplo:
Hay un episodio del Evangelio de Lucas que expresa muy bien la profundidad y la fuerza de este don.
Tras asistir a la muerte en cruz y a la sepultura de Jesús, dos de sus discípulos, desilusionados y acongojados, se marcharon de Jerusalén y regresaron a su pueblo de nombre Emaús. Mientras iban de camino, Jesús resucitado se acercó y comenzó a hablar con ellos, pero sus ojos, velados por la tristeza y la desesperación, no fueron capaces de reconocerlo.
Jesús caminaba con ellos, pero ellos estaban tan tristes, tan desesperados, que no lo reconocieron.
Sin embargo, cuando el Señor les explicó las Escrituras para que comprendieran que Él debía sufrir y morir para luego resucitar, sus mentes se abrieron y en sus corazones se volvió a encender la esperanza (cf. Lc 24, 13-27).
La sabiduría es ver todo lo que Dios ve.
La comprensión habla de la parte del cuadro que vemos y entendemos.
Y éste es un gran don, un gran regalo que todos debemos pedir y pedir juntos: Danos, Señor, el don de la comprensión.
Publicado originalmente en Vincentian Mindwalk
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