Durante la reciente Conferencia Internacional FamVin sobre refugiados, desplazados y víctimas de trata que, organizada por la Alianza FamVin con los sin hogar, tuvo lugar en Sevilla, del 7 al 9 de junio, Sor Magdalena Herrera, HC, ofreció su estremecedor testimonio en el trabajo de las Hijas de la Caridad de la Provincia de España-Sur, acompañando a mujeres vulnerables que llegan al proyecto «Alma Vicenciana». Fue uno de los momentos más intensos y conmovedores del encuentro. Su testimonio es ejemplo de lo que el carisma vicenciano nos está urgiendo a hacer en favor de nuestros hermanos más necesitados.
Te invitamos a leerlo con corazón orante:
Buenas tardes a todos:
En primer lugar, me gustaría agradecer que se haya contado conmigo para compartir la experiencia que vivimos en el Proyecto ALMA VICENCIANA acompañando a mujeres que sufren alta vulnerabilidad. Mujeres migrantes, posibles víctimas de trata con fines de explotación sexual o laboral, maltrato, matrimonios forzados u otros graves delitos contra los derechos humanos.
«Moisés era pastor del rebaño de Jetró su suegro. Una vez llevó las ovejas más allá del desierto; y llegó hasta Horeb, la montaña de Dios. El ángel de Yahveh se le apareció en forma de llama de fuego, en medio de una zarza. Vio que la zarza estaba ardiendo, pero que la zarza no se consumía. Dijo, pues, Moisés: «Voy a acercarme para ver este extraño caso: por qué no se consume la zarza.». Cuando vio Yahveh que Moisés se acercaba para mirar, le llamó de en medio de la zarza, diciendo: «¡Moisés, Moisés!» El respondió: «Heme aquí.». Le dijo: «No te acerques; quita las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás, es tierra sagrada.»
Dijo Yahveh: « he escuchado el clamor de mi pueblo conozco sus sufrimientos. He bajado para librarle de sus opresores. (Éx. 3, 1-3)
He querido comenzar con este texto del libro del Éxodo ya que en él se detallan los sentimientos que he vivido y vivo en mi encuentro personal con estas mujeres.
- ZARZA ARDIENTE
- TERRENO SAGRADO
- DIOS ESCUCHA SU CLAMOR
Voy a compartir algunas de las vivencias que me han conmovido, pero no lo voy a hacer en el orden cronológico que las viví sino en el orden secuencial del trayecto migratorio de estas mujeres.
También quiero decir que voy a hablar en primera persona, pero, todo lo que voy a transmitir han sido y son vivencias compartidas con otras personas con las que he orado y reflexionado sobre la acción de Dios en cada uno de estos momentos.
Como todos sabemos el trayecto migratorio es duro y peligroso para todos los migrantes subsaharianos, pero se convierte en un infierno para la mujer, simplemente por el hecho de serlo.
Cada momento del viaje es doloroso en sí mismo y supone una cicatriz algunas veces en el cuerpo y SIEMPRE en el ALMA
La duda, la lucha interior, la decisión, la despedida, el sufrimiento del camino, las violaciones, las vejaciones, el desierto, la soledad, el miedo, la impotencia, el amor, el desamor, la falsa protección, el engaño, la traición…. Por todo eso pasan estas mujeres en su infinito itinerario migratorio
Bosques de Nador
Durante algún tiempo fui algunos veranos a Nador, al norte de Marruecos, a acompañar a la comunidad de Hijas de la Caridad que trabaja, atendiendo a los asentamientos de migrantes, junto con la Delegación de Migraciones de la Diócesis de Tánger.
En esas estancias tuve la oportunidad de visitar los bosques donde malviven millares de migrantes subsaharianos, en “guetos” organizados por lenguas.
Allí me sentí, conmovida por la presencia de una gran cantidad de mujeres y niños que vivían lejos de la población marroquí… llenos de miedo, suciedad, a la intemperie, sin ninguna protección. Muchos con enfermedades infectocontagiosas, tuberculosis, sida, sarna, heridas infectadas, mujeres a punto de dar a luz o en la cuarentena, con bebes recién nacidos, sin higiene, sin agua, con los excrementos casi a su alrededor, con un hedor insoportable.
Y allí descubrí, mi ZARZA ARDIENTE, donde Dios arde sin consumirse, donde su presencia no se agota,… aunque el “fuego de lo insoportable los abrase… Dios estaba presente y no se consumía… decidí acercarme más… como Moisés, me dije “voy a ver qué milagro es este… porque no se consume la zarza…”
Y allí, el Señor, como a Moisés me llamó y yo le dije; “aquí estoy”.
Y me dijo: descálzate porque el terreno que pisas es sagrado”…. Y le creí.
Y me dijo: “He escuchado su clamor… Ve, yo te envío…”
Valla de Melilla: Mirelle
En unas de esas estancias con las hermanas de Nador, conocí a Mirelle.
Mirelle era una niña de 15 años que vivía en el monte Gurugú y que estaba empeñada en saltar la valla, la triple valla de Melilla en aquel momento de seis metros de altura con el añadido de las concertinas.
Mirelle, había intentado esa tarde saltar la valla y no lo había conseguido, la encontré en la sala de urgencias del Hospital de Nador,
Las Hermanas habían acudido velozmente a socorrer a los heridos de la valla, y yo las acompañé.
Había muchos heridos, tirados por el suelo, todos sangrando por las cuchillas de las concertinas, todos gritando de manera desesperada entre el dolor, la frustración y la impotencia. Me llamó la atención un “bulto” al fondo de la sala, de nuevo mi “zarza ardiente” hizo su aparición.
Era Dios en Mirelle, ardiendo sin consumirse, con los ojos más grandes y desconsolados que yo jamás había visto, pero inexpresivos, ya ni siquiera se percibía en ellos desesperación, angustia, miedo, odio… no pude descubrir ningún sentimiento en ellos, en ese momento… nada, vacío.
Y de nuevo me pregunté… ¿cómo arde sin consumirse…? ¿qué misterio es este?
De nuevo el Señor, como a Moisés, me llamó y yo le dije; “aquí estoy”
Y me dijo: “descálzate porque el terreno que pisas es sagrado”…. Y le creí.
Y me dijo; “He escuchado su clamor… Ve, yo te envío…” Y fui…
CIE de Algeciras: Loveth
En el año 2009 Comencé a visitar el Centro de internamiento para extranjeros (CIE) en Algeciras.
Todos los centros de internamientos para extranjeros son lugares inhóspitos, fríos, injustos, son un infierno donde se vulnera lo más grande de la persona: Su dignidad.
Pero mucho más si hablamos de mujeres.
Están detenidas y casi ninguna sabe por qué. Su único delito es ser migrantes y estar en situación irregular. La mayoría de las veces, son descubiertas por redadas en prostíbulos o por deambular por las calles sin documentación.
Allí conocí a Loveth, una chica Nigeriana, embarazada de cuatro meses, fruto de una violación en los bosques de Nador. Loveth, decía tener 18 años, pero no aparentaba más de 16: huidiza, inquieta, abandonada , ingenua, chiquilla … con una mezcla en sus ojos de esperanza y de miedo, difícil de describir … no sabía por qué estaba allí no sabía español… nos comunicamos sólo con la mirada y los gestos, compartiendo desesperación impotencia y muchas lágrimas.
Conseguimos que las autoridades nos dejaran acogerla en la vivienda que habíamos preparado para atender a las chicas más vulnerables del CIE.
Allí, después de mucha paciencia, escucha, respeto, mimo y sobre todo mucho cariño, volvimos a ver a Loveth reír, jugar como una niña, aprender a cocinar, leer, hablar español y comunicar sentimientos.
Con el nacimiento de su niña Mery, de nuevo en la alegría en sus ojos contemplando a su bebé, en la alegría de la vida de un recién nacido, volví a ver la zarza que ardía sin consumirse y me volví a preguntar
¿Cómo arde sin consumirse…? ¿qué misterio es este?
De nuevo el Señor, como a Moisés, me llamó y yo le dije; “aquí estoy”
Y me dijo: “descálzate porque el terreno que pisas es sagrado”…. Y le creí.
Y me dijo; “He escuchado su clamor… Ve, yo te envío…” Y fui…
Alma vicenciana
Y desde 2017 en el proyecto Alma Vicenciana hemos acogido a 1782 mujeres… y he vuelto a descubrir mi zarza ardiente donde Dios sigue ardiendo, cada día, sin consumirse
Especialmente, me interpelan las recién llegadas, las que acaban de desembarcar de la patera, las que aún traen el olor a sal, a miedo, a desengaño, las que no se atreven a levantar la mirada por temor a lo que se van a encontrar… las que desearían olvidar de donde vienen y a donde van.
A veces, hay que agacharse, literalmente, sentarse en el suelo, para poder mirarlas a los ojos, para mirarlas desde su altura, porque vienen y permanecen encorvadas, con la mirada fija en la tierra, avergonzadas de estar vivas, de tener esperanza, reviviendo el horror de las aguas asesinas del Mediterráneo, guardando aún en sus ojos reflejos de otros cielos… recordando a alguien que se quedó en el camino y no pudo llegar…
Nunca lo sabremos…
Nuestro servicio, cada vez que llega una mujer, es acogerla, cuidarla, respetarla, acompañarla, sostenerla, fortalecerla, impulsarla, en definitiva amarla para que se sienta segura, confiada, tranquila… que descanse de todo lo que le oprime, martiriza, aturde y desespera.
En una mirada de fe ven a Cristo en los pobres y a los pobres en Cristo… dicen nuestras Constituciones… esto se hace rotundamente real en cada mujer que acogemos desde el amor incondicional que nos hace hermanas y amigas.
Es una experiencia inigualable, ser testigos del paso de Dios por cada una de ellas, Da igual qué religión profese: musulmana, evangélica, católica… Su experiencia de abandono a lo trascendente es tan grande que se convierte en contagiosa, nos interpela y sobrecoge.
Especialmente cuando llegan a expresar sus experiencias más dolorosas, cada una tiene la suya: el desierto, el bosque, el mar, la patera, la soledad, la pérdida, la traición, y ese largo etcétera que arrastran por el camino. Pero también cada una tiene en su relato su MOMENTO DE DIOS que se le ha hecho presente, que las ama, y que las ha salvado y la continuará salvando del abismo profundo.
Es sorprendente la confianza que depositan todas las mujeres en Dios, representando esa fuente de compañía y esperanza de la que beben todas durante el viaje.
Riqueza, pobreza, hambre, valentía, miedo, viaje, lucha, cansancio, fe, injusticia, mafia, violaciones, maternidad, esperanza… Palabras que se contradicen en algunos casos; y también despiertan tristeza y rabia por la injusticia y la crueldad del ser humano.
Una de las mayores lecciones que nos dan es el coraje y la fortaleza que demuestran. Me sorprende que entre tantas sombras, tantos miedos y tanto dolor, mantengan en todo momento viva la llama del AMOR hacia Dios, hacia sus familiares, hacia sus compañeras, incluso hacia nosotras, grandes desconocidas para ellas en quienes vuelcan toda su vida y esperanza de futuro.
Y desde el respeto a esa TIERRA SAGRADA, guardo en mi corazón experiencias sangrantes, algunas de muerte, cuando la mujer no consigue desasirse del yugo de la mafia que la persigue, la presiona, la desestabiliza y nuestro ABRAZO no consigue separarlas de ese horror.
Cada despedida de esa forma, es una muerte que nos afecta y nos duele y a veces nos martiriza con el pensamiento y la duda de si podíamos haber hecho algo más, si algo se nos ha escapado… y nos preguntamos ¿qué más podíamos haber hecho?
Otras experiencias son de vida: cuando la mujer confía, acepta la ayuda y no sin esfuerzo comienza a liberarse, emprende un camino de sanación. Entonces saltamos de gozo como la mujer que encuentra la dracma perdida.
Contamos con un equipo maravilloso de educadoras, trabajadoras sociales, abogadas, psicólogas… grandes profesionales que ponen en juego todo su buen hacer, pero sobre todo, Amor.
Y lloramos con ellas cuando nos narran sus historias… , cuando no quieren irse, pero se van, porque las empuja el miedo, el sentido del deber hacia sus familiares, el vudú, la presión, las amenazas, las deudas que tienen que saldar…
Hemos tenido mujeres que han superado la prueba, que han conseguido salir de la esclavitud… que se han agarrado de nuestra mano y se han puesto de pie, mujeres que ahora están trabajando, con un futuro.
Juntas y muy unidas: Hermanas, trabajadoras, mujeres acogidas, voluntarias… cada día nos sorprendemos ante la acción misteriosa de Dios, ante la zarza que arde sin consumirse y nos preguntamos ¿cómo es eso? ¿Qué misterio es ese?
Y al ver nuestra sorpresa, nuestra búsqueda constante por encontrarle, Él nos sigue diciendo como a Moisés:
“Moisés, Moisés…y le seguimos diciendo ; “aquí estoy”
Y nos sigue diciendo cada día: “descálzate porque el terreno que pisas es sagrado”… Y le creemos
Y nos sigue diciendo; “He escuchado su clamor… Ve, yo te envío…”
Y a pesar de las dificultades, de los sufrimientos, de las desesperanzas, de los miedos, de los errores, y también de los aciertos y de las ESPERANZAS COTIDIANAS que van dibujando en sus vidas las mujeres que forman parte de nuestra Familia, seguimos sintiéndonos enviadas porque “YO SOY” ha escuchado su clamor y nos envía a ayudarles a salir de su esclavitud para conducirlas a una tierra que mana leche y miel.
Esta es mi fe y esa es mi experiencia.
Sor Magdalena Herrera, HC
Fuente: https://hhccespanasur.org/
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