Hoy me gustaría explorar la «anunciación» del mayor cambio en el pensamiento humano. El sí de María cambió su mundo… ¡y el nuestro! Ese anuncio es también un desafío impactante para cada uno de nosotros para dejar que la palabra se haga carne en nosotros… ¡y para amar igual que la palabra hecha carne!
El «hombre de arriba» … o el «hombre de la cruz»
María venía de una tradición que esperaba un «nuevo Moisés». Rezaban por un líder más poderoso que cualquier gobernante secular. El Mesías los guiaría en el «cambio de régimen».
Me pregunto si su comprensión de Dios era funcionalmente como nuestra frase «el hombre de arriba».
Fue un shock para ellos cuando el «hombre de arriba» resultó ser el «hombre de la cruz».
La conmoción de María… y el vivir su sí
María habría experimentado un shock a muchos niveles al escuchar el anuncio de que iba a ser la madre del tan esperado Mesías.
Al mismo tiempo, sospecho que María, como primera discípula… y madre…, empezó a comprender que Jesús era mucho más que el Mesías que esperaban.
Cuando fuera asunta al cielo, lo entendería por fin plenamente. El Verbo se hizo carne para mostrarnos cómo cada ser humano está llamado a dar carne al amor omnímodo de Dios amando a los hermanos… incluso dando la vida por ellos..
El «hombre en la cruz»
Cuanto más pienso en ello, más me doy cuenta de que la anunciación nos dice que Jesús vino a cambiar mi opinión, no la de Dios. Vino a mostrarnos lo que era conocer, pensar y amar como Dios.
Pablo lo capta con excelencia cuando escribe:
«Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios» (1 Cor 1,22-24)
El mensaje de la cruz es chocante y llamativo. Nos hace tambalear.
«Pasividad» vs. «Revestirse de la mente de Cristo»
El reto más profundo es entender realmente el desafío de cambiar nuestra vida.
«Arrepentirse» significa cambiar tu forma de pensar y tener en ti la misma mente que estaba en Cristo Jesús.
Pablo nos desafía con las implicaciones de lo anunciado:
«Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo: El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz» (Filipenses 2,5-8)
Este es el reto más difícil para nuestra forma de pensar. Podemos decir que sí a recibir pasivamente el amor de Dios. Pero se necesita un cambio importante para pasar de pensar en lo que hay para mí… a encarnar ese amor ilimitado por nuestro Dios y nuestros hermanos.
No se trata de dietas y rituales, etc.
Se trata de la gran realidad del cambio amoroso y personal.
Cuando nos demos cuenta de ello, nos daremos cuenta de que «decir sí» exige una conversión o un cambio en nuestra forma de pensar.
¿A qué digo «sí»?
- ¿Digo sí sólo a ser amado… o también a convertirme en un ser amado?
- ¿Pienso en la cruz como un cambio en la forma de pensar de Dios o en mi forma de pensar?
- ¿Dónde me hallo en el proceso de cambiar mi mente para vivir con la mente de Cristo?
Publicado originalmente en Vincentian Mindwalk
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