Jesús introduce la nueva creación. Viene para hacer nuevas todas las cosas. Por lo tanto, busca que seamos santos y justos.
Se convierte el hijo pródigo. Representa él a los no santos: los ladrones, malvados, adúlteros, los publicanos.
Pero resulta que se ha de convertir también el hijo mayor. Es decir, los que observan estrictos la ley de Moisés.
Se han de convertir, sí, estos que se presumen de ser santos. Se buscan engrandecer, aun en la presencia de Dios, por menospreciar a los publicanos. Pero sobre todo, les hace falta la conversión, pues no captan lo esencial de la ley: la justicia, el amor.
Los escribas y los fariseos confunden a Dios con un legislador que carece de toda compasión. Hacen del Padre bueno un amo justiciero que se complace en atrapar y castigar a los culpables.
Y tal visión de un Dios prepotente los lleva a tratar de dominar y juzgar a todos. No es de extrañar que respiren amenazas contra la mujer sorprendida en adulterio. Pero, ¿qué del cómplice? ¿Se le deja suelto al varón con tal que se la atrape a la mujer? Sola se la lleva a ella a Jesús.
Lo nuevo: la gracia que busca que seamos santos está por encima de la ley.
Los que se creen santos la ponen en medio. ¿Blanco más fácil de los burladores y los apedreadores? De todos modos, se plantea: «La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras. Tú, ¿qué dices?».
Pero se inclina él y escribe con el dedo en el suelo. ¿Muestra desinterés? ¿Piensa? ¿Qué decir a los que les gusta cazar?
Si sigue con ser compasivo con la adúltera, como con todos los pecadores, lo pueden acusar de no acatar la ley. Pero si la condena, él se mostrará severo. Ante el público, sí, quedará desenmascarada falsa su compasión, no más que adorno.
Pero esa trampa se puede reducir a esto: O Moisés o Jesús. Y mejor que se llegue a este punto crítico. Así brotará lo nuevo hacia lo cual nos hemos de lanzar.
Lo nuevo, sí: vestido nuevo, vino nuevo, pacto nuevo, enseñanza nueva, autoridad nueva, mandamiento nuevo, vida nueva. Culto nuevo en el Espíritu y no en la letra, masa nueva, humanidad nueva, cielo nuevo, tierra nueva.
Y, claro, Buena Nueva de que ocuparnos (véase Hch 17, 21). Nos enseña Ella que la gracia, el amor, está por encima de todas las leyes, y reglas (SV.ES IX:1125). Que la compasión triunfa sobre el juicio (Stg 2, 13; véase Mt 5, 20; 23, 23). Y el que es la Buena Nueva en persona no los quiere prepotentes a los varones, a los líderes. En él, ya no hay varón ni mujer (Gál 3, 28), y los líderes sirven. No se complace él en la muerte del pecador; lo quiere covertido y vivo.
Desde luego, los evangelios son para los cristianos más que para los escribas y fariseos. Por lo tanto, nos hemos de convertir todos, comenzando por los más viejos. Y no pecar más, sino entregarnos a quehaceres santos.
Señor Jesús, haces de nosotros nueva creación. Nos diste, por lo tanto, el baño del bautismo y nos alimentas con tu palabra, tu carne y sangre. Guía nuestros pasos por el camino nuevo de gracia que nos abriste. Haz que seamos santos, como es santo nuestro Padre.
3 Abril 2022
5º Domingo de Cuaresma (C)
Is 43, 16-21; Fil 3, 8-14; Jn 8, 1-11
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