La opción preferencial por los pobres (tercera parte):
nuestro carisma vicenciano y el cambio sistémico
La expresión «opción por los pobres» surgió de la lectura que los teólogos de la liberación hicieron de las Escrituras en el contexto de América Latina durante la década de 1960. La expresión «opción por los pobres» comenzó a aparecer en los documentos de enseñanza de la Iglesia en la década de 1970. Su uso continuó creciendo en otros países y se incluyó en la carta apostólica Octogesima Adveniens del Papa Pablo VI, del 14 de mayo de 1971. Pablo VI afirmó que «El Evangelio, al enseñarnos la caridad, nos inculca el respeto privilegiado a los pobres y su situación particular en la sociedad: los más favorecidos deben renunciar a algunos de sus derechos para poner con mayor liberalidad sus bienes al servicio de los demás» (nº 23).
Una cita más proviene del papa Juan Pablo II en Toronto, 1984. Afirmó: «Las necesidades de los pobres tienen prioridad sobre los deseos de los ricos; los derechos de los trabajadores, sobre la maximización de los beneficios; la preservación del medio ambiente, sobre la expansión industrial incontrolada; la producción para satisfacer las necesidades sociales, sobre la producción con fines militares».
Cuando considero la opción preferencial por los pobres también recuerdo que el requisito esencial del cambio sistémico es la necesidad de cambiar nuestra forma de pensar, de tal vez experimentar una transformación personal similar a la que experimentó san Vicente de Paúl. Creo que ambos conceptos son interesantes, en el sentido de que nadie está obligando a ninguna de las dos acciones. El término opción nos da a cada uno la posibilidad de elegir. Pero, ¿por qué? ¿No creemos ya en el bien común de todos? ¿No damos ya prioridad a las necesidades de los más vulnerables? ¿Por qué tenemos que cambiar nuestra forma de pensar? ¿Qué es una transformación personal?
Si consideramos que esta opción es una elección personal, tal vez tengamos que analizar lo que supondría para nuestro carisma no elegir esta opción y no cambiar nuestra forma de pensar. ¿Podemos considerarnos vicencianos sin aceptar la opción preferencial por los pobres? ¿Podemos ser fieles a nuestro carisma sin mantener nuestro pensamiento abierto al cambio? ¿Cómo podemos realizar nuestras obras de caridad sin preocuparnos por las causas profundas que nos indican por qué esta caridad es tan necesaria? Continuaré esta reflexión con el próximo artículo y les invito a meditar sobre estas cuestiones.
Sobre el autor:
Jim Paddon vive en London, Ontario, Canadá y es miembro de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Está casado con su querida esposa Pat y tienen seis hijas y once nietos. Jim ha sido miembro de la Sociedad desde los años 70.
Las opiniones expresadas son las del autor y no representan oficialmente las de la Sociedad de San Vicente de Paúl.
0 comentarios