Como Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl, a menudo me siento atraída por sus palabras y las reflexiones que las acompañan. La cita que da titulo a este artículo es un ejemplo de ello. La mayoría de nosotros reconocemos que es más fácil proporcionar pan a los que tienen hambre que dedicar tiempo y moverse más allá de nuestras zonas de confort, para cambiar los sistemas y las estructuras sociales que mantienen a la gente en un perpetuo estado de hambre.
Lo mismo podría decirse de muchas, si no todas, las luchas humanas en nuestra sociedad actual. La pregunta que planteo en esta reflexión es, «¿Cómo está nuestra Familia Vicenciana, dentro de sus diversas congregaciones y organizaciones, formando miembros para reconocer que se necesita tanto la justicia como la caridad para provocar realmente el cambio?»
Admito que, en mi formación, la Justicia Social y el Cambio Sistémico pasaron a un segundo plano ante el Servicio Directo. A lo largo de mis años de trabajo en Justicia Social he escuchado lo mismo de muchos de mis hermanos y hermanas en otros grupos de la Familia Vicenciana. Cuando me pidieron que estableciera la Oficina de Justicia Social y Defensa del Medio Ambiente para mi Provincia, encontré que se ofrecía poca formación inicial o continua. Tenía sentido para mí determinar dónde se encuentra la justicia social en nuestro carisma para conocer la base desde la que comenzar. Por supuesto, al examinar nuestras Constituciones, estaba justo ahí. Decía en parte: «Respetando la situación de la persona, asumen la causa de los pobres y colaboran, según las directrices de la Iglesia, con los que trabajan en la defensa de sus derechos. Se comprometen a trabajar por la transformación social para cambiar la estructura injusta que causa la pobreza».
Dada la proclividad de San Vicente de Paúl de proveer asistencia espiritual y corporal mientras trabajaba para romper los sistemas que mantenían a la gente en necesidad, apostaría que hay algo en este sentido en todos los documentos organizativos vicentinos. Así que la pregunta es, «¿Cómo podemos aprovechar esta llamada fundamental en las organizaciones vicentinas y en sus miembros? ¿Hay espacio en nuestra formación inicial y continua para elevar el papel de los miembros individuales para afectar al cambio de la sociedad? ¿Trabajar para romper los sistemas y reglas injustas que contribuyen a la perpetuación de la pobreza para algunos, mientras que otros cosechan los beneficios? ¿Ver que educarse en un tema, ponerse de pie para que se escuche nuestra voz, participar en iniciativas locales y movimientos nacionales, son todas respuestas a la llamada vicentina a servir?»
La Iglesia tiene una iniciativa llena de buenas intenciones que representa ambas partes de nuestro carisma vicentino: el documento Two Feet of Love in Action [Los Dos Pies del Amor en Acción] de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos. Esta iniciativa promueve la importancia tanto de la Justicia Social como de las obras de caridad para llevar el Evangelio a la acción. Eso, en sí mismo, es maravilloso. Pero les pido que consideren dar un paso más (sin ánimo de hacer un juego de palabras).
Quizás consideremos repensar el concepto a través del prisma de las palabras de san Vicente indicadas arriba, «No hay caridad sin justicia». En otras palabras, no hay amor sin justicia. No hay vivencia del Evangelio sin justicia.
Si aceptamos y vemos esta «curva de la luz», entonces estamos llamados a ver cómo nuestras instituciones pueden alejarse más de un modelo dualista, hacia uno integrado. Comienza con la formación inicial y permanente de nuestros miembros. Todos los vicentinos están formados para servir a los que viven en la pobreza de muchas maneras. ¿Pero qué nivel de importancia atribuimos a los trabajos de desmantelamiento de los sistemas que mantienen a las personas en la pobreza? Basándome en mis limitados conocimientos, hay quienes están, institucionalmente, a años luz por delante de otros. Pero todavía escucho de los miembros de esas instituciones iluminadas un anhelo de que los miembros individuales sean informados y formados más plenamente para realizar su llamada individual en la promoción del Evangelio y la petición de Vicente a amar asegurando la justicia.
Mi esperanza es que aquellos a los que esta reflexión pueda resonar, se sientan urgidos a representar estas preguntas y conceptos a sus líderes y formadores.
Sor Margaret Louise Brown, HC
Directora de la Oficina de Justicia Social y Defensa del Medio Ambiente
Provincia de Santa Isabel Ana Seton de las Hijas de la Caridad
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