Yo era un joven cuando veía en los años 60 las protestas por los derechos civiles en los Estados Unidos evolucionar en medio de la esperanza de que las cosas cambiaran. Una de mis canciones favoritas de Bob Dylan fue la inspiración para el título de este artículo. Me gustaría citar un verso de la letra que escribió en enero de 1964:
Vamos, senadores y congresistas,
por favor presten atención a la llamada.
No se queden en la puerta,
no bloqueen la entrada.
Porque el que salga herido,
será el que se quedó atascado.
Hay una batalla ahí fuera,
y es atroz.
Pronto sacudirá vuestras ventanas,
y hará vibrar vuestras paredes,
porque los tiempos están cambiando.
Cuando escucho o leo la letra de esta canción, recuerdo las palabras de Federico Ozanam en el París de 1830 cuando nos advirtió sobre la creciente brecha entre los que tienen mucho y los que tienen tan poco, y la necesidad de que la Sociedad de San Vicente de Paúl se interponga entre estas dos facciones en un esfuerzo por mediar y abordar la brecha. No hay duda de que Ozanam vio la necesidad de un cambio sistémico en todos los niveles de gobierno, la economía y la forma en que el mundo se enfrentaba a la pobreza. También hay un viejo dicho que dice que cuanto más cambian las cosas, más se quedan igual.
En el mundo de hoy parece que muchas cosas cambian en días y sin embargo, ¿cuánto cambian las cosas que realmente importan? ¿Realmente vemos a nuestros semejantes de manera diferente a como lo hacían hace 60-70-80-200 años? ¿Respetamos realmente el derecho a la dignidad de cada ser humano y el derecho a compartir la riqueza que vemos en el mundo de hoy?
No hay duda alguna de que la humanidad ha evolucionado hacia una familia más global en muchos aspectos y, sin embargo, cuanto más aprendemos y vemos, más también vemos la necesidad del cambio. Este cambio, este cambio sistémico comienza con cada uno de nosotros. Si no podemos ver y aceptar nuestra propia falta de conocimiento y comprensión junto con el deseo de cambio, no lograremos ningún cambio mensurable. Si permitimos, como hizo Vicente, que se produzca una transformación personal, podemos abordar los cambios sistémicos necesarios en las estructuras sociales que tienden a mantener a la gente viviendo en la pobreza.
Sobre el autor:
Jim Paddon vive en London, Ontario, Canadá y es miembro de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Está casado con su querida esposa Pat y tienen seis hijas y once nietos. Jim ha sido miembro de la Sociedad desde los años 70.
Las opiniones expresadas son las del autor y no representan oficialmente las de la Sociedad de San Vicente de Paúl.
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