«Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla» (Laudato Si # 2)
Esa sorprendente declaración del papa Francisco en su contundente encíclica Laudato Si, conecta profundamente con la espiritualidad indígena, y sirve como ejemplo de lo que Naomi Klein expresa en su innovador libro, This Changes Everything [Esto lo cambia todo]. Ella señala cómo los problemas a los que se enfrentan los pueblos indígenas y sus esfuerzos por tratar estos temas sirven ahora como una fuerza unificadora con los pueblos no indígenas. Lo que antes separaba y dividía, ahora une a la gente preocupada por el medio ambiente. El papa Francisco es una de las muchas voces poderosas que empiezan a unirse con las voces indígenas para hablar a favor del cuidado del medio ambiente.
Tres elementos críticos de la cosmovisión indígena resuenan con el contenido de Laudato Si:
El primero es la convicción de que los seres humanos no están en la cima de la creación, sino más bien en el fondo como los seres más dependientes de la creación. Esta es una posición bastante humilde.
Una segunda realidad es la presencia de la visión del mundo de lo sagrado, en oposición a la visión del mundo occidental de lo científico, en la que todo puede ser explicado. Para el indígena, todo es sagrado y espiritual, y más allá de lo meramente racional y objetivo. Así, para muchos, la aurora boreal no son sólo iones y electrones que colisionan, sino que se ven y sienten como los espíritus de los antepasados bailando.
Un tercer elemento es la fuerte convicción de que todos estamos relacionados. La expresión Cree, kahkiyaw ni wâkomakanak, es lo que dicen todos los participantes al salir del ritual del sudor, lo que significa que acaban de conectarse con toda la creación durante la ceremonia.
Es bueno tener estos elementos en mente cuando se lee la encíclica. Así es como el papa Francisco resuena con el último elemento, en el número 86: «ninguna criatura se basta a sí misma, que no existen sino en dependencia unas de otras, para complementarse y servirse mutuamente».
En esa línea, disfrutamos de cuatro niveles de relación en nuestras vidas: tenemos una relación con Dios, con los demás, con nosotros mismos y con toda la creación. Creo que si Jesús estuviera enseñando en la tierra hoy, como lo hizo en Palestina hace dos mil años, el gran mandamiento que nos dio habría sido amar a Dios con todo nuestro ser, amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos, y amar a toda su creación.
Bíblicamente, el Génesis nos dice que debemos tener dominio sobre toda la creación. Teológicamente, se nos enseña que debemos ejercer una prudente administración sobre la creación. Dentro de una cosmovisión indígena, se nos invita a caminar en una relación armoniosa con toda la creación de Dios.
En el número 67, el Papa Francisco refleja esa postura indígena: «Si es verdad que algunas veces los cristianos hemos interpretado incorrectamente las Escrituras, hoy debemos rechazar con fuerza que, del hecho de ser creados a imagen de Dios y del mandato de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las demás criaturas».
En línea con esa realidad, el papa Francisco, en el #8 de Laudato Si, nos recuerda que su amigo, el Patriarca Bartolomé, «se ha referido particularmente a la necesidad de que cada uno se arrepienta de sus propias maneras de dañar el planeta. […] Que los seres humanos destruyan la diversidad biológica en la creación divina; que los seres humanos degraden la integridad de la tierra y contribuyan al cambio climático, desnudando la tierra de sus bosques naturales o destruyendo sus zonas húmedas; que los seres humanos contaminen las aguas, el suelo, el aire. Todos estos son pecados».
El papa Francisco añade, en el número 11: «Si nos acercamos a la naturaleza y al ambiente sin esta apertura al estupor y a la maravilla, si ya no hablamos el lenguaje de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo, nuestras actitudes serán las del dominador, del consumidor o del mero explotador de recursos, incapaz de poner un límite a sus intereses inmediatos. En cambio, si nos sentimos íntimamente unidos a todo lo que existe, la sobriedad y el cuidado brotarán de modo espontáneo». Y en el número 42, añade: «Porque todas las criaturas están conectadas, cada una debe ser valorada con afecto y admiración, y todos los seres nos necesitamos unos a otros». Esto ciertamente resuena con la cosmovisión del mundo indígena.
El Papa Francisco también muestra un gran respeto por los pueblos indígenas, y desafía al mundo a mostrar lo mismo, con estos pensamientos muy cariñosos en el #146: «es indispensable prestar especial atención a las comunidades aborígenes con sus tradiciones culturales. No son una simple minoría entre otras, sino que deben convertirse en los principales interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes proyectos que afecten a sus espacios. Para ellos, la tierra no es un bien económico, sino don de Dios y de los antepasados que descansan en ella, un espacio sagrado con el cual necesitan interactuar para sostener su identidad y sus valores. Cuando permanecen en sus territorios, son precisamente ellos quienes mejor los cuidan. Sin embargo, en diversas partes del mundo, son objeto de presiones para que abandonen sus tierras a fin de dejarlas libres para proyectos extractivos y agropecuarios que no prestan atención a la degradación de la naturaleza y de la cultura».
Puede que el Papa Francisco nunca haya ejercido el ministerio indígena en Canadá, pero su enfoque pastoral, su eclesiología y su visión del mundo y del medio ambiente ciertamente resuena con lo mejor de esa tradición, ya que proclama, en el número 95, que «El medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos. Quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien de todos».
Y esto es un recordatorio importante y aleccionador para nosotros como cierre de esta reflexión: «Quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien de todos».
Kahkiyaw ni wâkomakanak!
El Carisma Vicenciano y Laudato Si’ es nuestro esfuerzo por compartir las diferentes maneras en que los Vicencianos descubren que su carisma se conecta con Laudato Si’. Animamos a que hagan comentarios sobre estas publicaciones y damos la bienvenida a cualquiera que esté interesado en enviar un artículo a Jim Paddon en jpssvp@hotmail.ca.
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