El Día Internacional de los Trabajadores es el 1 de mayo. Este año, con la pandemia, muchos de nosotros nos hemos hecho más conscientes de la realidad de los trabajadores esenciales o de primera línea. Una de las miles de historias de trabajadores esenciales está tomada de un artículo, Standing in Harm’s Way- Essential Workers on the Front Lines of COVID-19 [De pie en el camino de los daños: trabajadores esenciales en primera linea durante el COVID-19] de Joan Morris.
«Candice Elder, de 36 años, fundó el Colectivo de East Oakland hace 4 años y medio. Cuando fundó el colectivo, quiso centrarse en el desarrollo racial y económico de la zona donde ha vivido toda su vida. Cuando la pandemia comenzo a golpear, se encontró en la primera línea para mantener a la gente alimentada y saludable. Proporcionando 100 comidas a la semana, ahora comparte 1.000 comidas con los ancianos y discapacitados a los que sirven. Ella y su personal se esfuerzan por proporcionar comida, bolsas de aperitivos, kits sanitarios y de higiene. ‘Nos arriesgamos más’, dice Elder, ‘pero la gente necesita ser alimentada, y yo hago lo que me siento obligada a hacer’. Elder es diabética, y trabaja de ocho a doce horas diarias todos los días. El colectivo ha ampliado sus horas para incluir la prestación de ayuda los fines de semana. Está preocupada por su salud, y fuera del trabajo, se ha autoaislado para evitar pasar el virus a su familia y amigos. Se preocupa más por su personal, los voluntarios y las personas a las que el colectivo sirve».
Probablemente, conocemos a muchos trabajadores esenciales de nuestras comunidades locales. El primero de mayo es también la fiesta de San José Obrero. Es en José donde podemos encontrar lo que da fuerza a los trabajadores esenciales o de primera línea. José escuchó la llamada de Dios y respondió con profundo amor, dejando de lado su propio camino y buscando satisfacer las necesidades de los demás, a saber, María y Jesús. José, con su ejemplo, apoyaba la misión de Jesús. José no buscaba ningún beneficio, sino ser un co-creador con Dios para el bien común de la humanidad. Deténganse y reflexionen sobre cómo los trabajadores esenciales «reflejan» a José.
Los migrantes es otro grupo integrado en muchas de las profesiones mencionadas, aunque más vulnerable debido a su situación en determinados países. Estas personas suelen ser las peor remuneradas y realizan los trabajos más arriesgados. En la India, algunos migrantes han caminado durante días a su casa y otros reciben alimentos de grupos generosos. En los Estados Unidos, se espera que los migrantes que trabajan en primera línea en las fábricas de elaboración de alimentos estén trabajando, a pesar de que trabajan físicamente cerca unos de otros, y sin protección. En la actualidad, la mayor parte de los alimentos que consumen los estadounidenses son cultivados, cocinados, procesados y envasados por trabajadores indocumentados. De hecho, se estima que el 70 por ciento de la fuerza de trabajo esencial en las granjas es indocumentada. Las pruebas, como en muchas áreas de los Estados Unidos, son mínimas y, por lo tanto, no ocurren hasta que aparecen casos conocidos.
El COVID-19 ha puesto a los trabajadores esenciales y de primera línea al frente de nuestras reflexiones y probablemente así seguirá siendo a medida que avancemos en esta pandemia. Reflexionando sobre su profundo amor presente en el servicio, podemos preguntarnos cómo nuestra vida también refleja un profundo amor por ellos en su rol de protegernos. Creados a imagen y semejanza de Dios y a la manera de San José, que encontremos formas de apoyarnos mutuamente y abogar por lo que es mejor para ellos… alejándonos de nuestras costrumbres.
Joetta Venneman
Hermanas de la Caridad de Nazaret
Oficina de Justicia Social y Ambiental
0 comentarios