“Muchas veces me avergüenzo de ser parte de esta inhumana humanidad”[1]
Sin duda el aspecto más doloroso de nuestro mundo hoy es la continua deshumanización de la realidad. La violencia, el hambre, la marginación, la creciente desigualdad y la falta de oportunidades para la mayoría, junto con el persistente deterioro del medio ambiente, llegan hoy a niveles alarmantes y amenazan la existencia de la vida en nuestro planeta. En mi ministerio en la ONU en este último año, he llegado a escuchar en el vientre mismo de la humanidad, especialmente en el trabajo de las ONGs y la presencia de la sociedad civil, los fuertes ecos de un clamor por un mundo más justo y más humano. Este clamor tumultuoso sube hoy hasta el cielo, haciendo eco a la voz de los Israelitas esclavizados en Egipto (Cf. Éxodo 3, 7-10).
De acuerdo con la comisión BRUNDTLAND (1983)[2] los dos mayores desafíos de nuestro tiempo son:
- Resolver las necesidades del presente sin comprometer la habilidad de las futuras generaciones para resolver sus propias necesidades, y
- La Sostenibilidad, es decir el bienestar económico y social dentro de los límites ecológicos.
Estos dos desafíos solo pueden resolverse a través de la humanización de nuestra humanidad. ¡Ahora mismo!
Este tiempo en el que tantos ondean la bandera de los derechos humanos y cuando tantos incluso predicen el nacimiento de una nueva humanidad, libre de todo tipo de alienación, es quizá la era más inhumana de todos los tiempos de la historia. La persona humana continúa siendo cruelmente sometida a la esclavitud de la economía, la política, la cultura, la religión, los académicos y la ciencia, muchos de ellos manipulados por multinacionales —el poder real y exclusivo de nuestro tiempo—. La mayoría de las instituciones políticas, sociales, educativas y religiosas están siendo cuestionadas y denunciadas hoy como maquinas de poder económico e instrumentos que en poco o nada favorecen la humanización de nuestro mundo.[3]
La crisis en estas instituciones tradicionales, y el consecuente vacío de poder que esta crisis produce, abrió la puerta a una nueva institución que poco a poco ha ido acumulado todo el poder en las grandes decisiones sobre el rumbo del mundo y de la historia: el Mercado! Esta nueva institución y súper poder mundial está concentrado en las MULTINACIONALES. Estas mega-compañías imponen sus reglas y someten a los estados del mundo, secuestran la agenda social y producen un ciclo de desigualdad que esta en la raíz misma de todos los males que vivimos.
El estado, la educación, la familia, el trabajo científico, la salud, la comunicación, el deporte, los medios de comunicación e inclusive la religión están ahora al servicio, han sido compradas y hasta corrompidas, por el “libre mercado” favorecido por el consumismo acrítico de la mayoría. En nuestro tiempo, ser o no ser persona humana se mide por la capacidad de compra-venta que un individuo posee y no por el saber (modernidad) o la capacidad relacional (postmodernidad).
Este tipo de nueva estructura social es mucho más poderosa de lo que nos imaginamos y en su raíz misma ha ido socavando las bases humanas de nuestra existencia personal y colectiva. Este mega-poder de las multinacionales se ha ido creando por la combinación del capital con la tecnología, los medios de comunicación —que imponen la cultura del consumo— y el vacío institucional.
Nuestra misión: La Persona Humana y la Tierra en el centro de todo:
El papa Francisco le ha pedido insistentemente a la Iglesia que considere a la persona humana y al planeta como sujetos centrales de la Fe y, por ende, de la acción evangelizadora. No es difícil concluir de las enseñanzas de Francisco que, en su corazón, evangelizar es sinónimo de humanizar y que toda acción de la Iglesia y en ella de cualquier carisma especifico debe hacerse para humanizar la historia y para salvar a nuestro planeta.
Pensar en la persona humana y en la Tierra como el centro y el verdadero sentido de cualquier actividad del carisma vicenciano es un imperativo de esta afirmación del Papa pero, sobre todo, del discernimiento valiente de los signos de los tiempos. Podemos medir el grado de humanidad de cualquier acción nuestra, personal o institucionalmente, por su respeto por la dignidad humana y la dignidad de la tierra y por su capacidad de promover la plenitud de la persona humana en su relación con la tierra. Toda acción humanizadora del carisma es un reflejo nítido de nuestra mística y de nuestra profecía. La mística y la profecía de la caridad-justicia son capaces de humanizar nuestro mundo.
Es evidente para mí que la Familia Vicenciana, no puede permanecer al margen de esta preocupación por lo humano y por la tierra. Desarrollo sostenible, cambio sistémico, derechos humanos, reducción de la desigualdad social, ecología, defensa de la vida… todos estos son elementos del nuevo glosario de nuestro carisma en clave de evangelización-humanización a la manera de Jesús en un tiempo nuevo.
Estamos llamados/as en todo momento a ser portadores de vida, como el Buen Samaritano (Cf. Lucas 10:31) y ministros/as de humanización como el Cristo encarnado (Cf. Juan 1, 1ss). Tenemos un gran deseo de que la Familia Vicenciana se haga cada vez más Samaritana, capaz de inclinarse en todos los rincones del mundo para levantar, curar, cuidar, a todos los hermanos y hermanas heridos en sus más elementales derechos y una Familia también doblada sobre los dolores de la Tierra, la más pobre entre los pobres, debido a nuestra crueldad e inconsciencia.
Humanización, en clave de carisma vicenciano, significa la conversión de la Familia Vicenciana al drama de los pobres del mundo y al drama de la tierra… significa conversión al Reino y una vuelta sin atenuantes al Evangelio.
Guillermo Campuzano, CM
Representante de la CM en la ONU
[1] Esta frase que se ha atribuido a Jon Sobrino expresa muy bien mis sentimientos personales ante muchas realidades hoy día.
[2] La comisión Brundtland (comisión mundial del medio ambiente y el desarrollo – WCED en ingles), fue creada por las Naciones Unidas en 1983. La función principal de esta comisión es la investigación acerca del deterioro acelerado del medio ambiente humano y de los recursos naturales y las consecuencias económicas y sociales de este deterioro.
[3] Cf. Cumblin, Jose. Crisis of Religion in Christianity http://www.envio.org.ni/articulo/3955-The
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