5.- Sobre nuestras condiciones reales de vida.
Nuestro nivel de vida, en general, está lejos del de los pobres reales de nuestra sociedad. Muchos de los que están a nuestro lado no tienen trabajo fijo, y tienen que agarrarse a lo que les sale para poder sobrevivir… En algunos casos, nuestro nivel de vida pueder estar también muy alejado del de las familias normales, “de clase media”, al menos en algunos aspectos importantes. Los consagrados desconocemos (y muchas veces esto no nos preocupa) qué es tener que buscar trabajo, pagar una hipoteca o preocuparse de hacer la comida para la familia, lavar la ropa semanalmente o limpiar la casa a diario…
Hablando, en confianza, con los seglares que nos quieren, y que nos observan desde cerca, uno se da cuenta de que, desgraciadamente, esta es también la opinión que tienen de un buen número de sacerdotes y religiosos…
Creo que el nuevo criterio de pobreza evangélica debe incluir, de forma inapelable, llenar nuestro tiempo, al menos, de tantas horas de trabajo diario real como necesitan los pobres, de hecho, para sobrevivir.
Es justo reconocer, no obstante, que todavía hay entre nosotros, quizá son mayoría, trabajadores incombustibles, refractarios al cansancio y al desaliento, a los que les faltan horas para realizar sus objetivos personales y comunitarios. Estimulemos a los demás con su ejemplo. Hay mil maneras de hacerlo discretamente, sin sonrojar ni a unos ni a otros. La imaginación creativa puede hacerlo.
Este año de la colaboración vicenciana es un tiempo propicio para plantearnos serenamente, y con audacia, como proyecto prioritario para la entera Familia Vicenciana, las siguientes líneas operativas de acción:
- Crear las bases suficientes y convenientes para el trabajo esperanzado de los miembros de toda la Familia;
- Impulsar la creatividad pastoral y evangelizadora, en todos nuestros proyectos y acciones sociales.
- Animar a los que trabajan con ilusión, aunque tengan fallos. Solo los que se mueven tropiezan. Solo los que se comprometen, experimentan carencias y vacíos.
- Fomentar entre los que tienen poco que hacer el espíritu de trabajo y de solidaridad real con los pobres; en todo caso, la disponibilidad incondicional para aceptar de buen grado el trabajo o la tarea que se les encomiende o se les pida, tanto a nivel personal como de Familia Vicenciana.
- Superar la desesperanza y la desilusión a base de esfuerzo y de ánimo. Bueno será recordar, de vez en cuando, que lo nuestro es la disponibilidad incondicional al servicio de los pobres, darlo todo, hasta la propia vida, con entrañas de misericordia, como el Maestro, entre cuyos mejores referentes encontramos a Vicente y Luisa…
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